sábado, 18 de abril de 2009

Re-pensando las ciencias sociales... hoy

Auguste Rodin. Le penseur.


En pleno siglo XXI, la sociedad del ámbito mundial y local se ha percatado de la enorme importancia de las ciencias sociales y del papel protagónico que desempeñan en el entendimiento de los hechos y fenómenos sociales que le permiten al hombre obtener un claro entendimiento de su ambiente social, su vida, conducta, actividades, relaciones e instituciones (Barrantes, 1977:26).
Esta ciencia tan especial nos permite abordar temas de diversa índole a través de sus diversas disciplinas: sociología, economía, antropología, psicología, etc. Y la razón por la cual decimos que esta ciencia es tan especial se debe a que la sociedad es dinámica y compleja, y para estudiarla adecuadamente se necesita “imaginación sociológica” (W. Mills en Lecaros, 1980:10).

Sí, aquella capacidad que nos permite, a través de varias perspectivas, conocer la naturaleza humana, tan misteriosa e ilimitada, única como irrepetible, conectada al referente empírico que le toca vivir en un determinado momento de la historia.
Es por ello que el analista que posea la imaginación sociológica se encontrará en la capacidad de comprender el escenario histórico, tanto en el plano de la vida interior y exterior de los individuos. Pero aquello no basta ya que el investigador social bien preparado necesita desarrollar otro tipo de imaginación a fin de conocer democráticamente las múltiples expresiones del conocimiento: éstas son la imaginación epistemológica y la imaginación democrática (Santos, 2006:82). La primera está referida a la diversidad de saberes, perspectivas, análisis y diversidad de prácticas y actores sociales.

Desde que la sociología nación en el siglo XIX como ciencia destinada a comprender “las leyes científicas de la vida social” según Augusto Comte, es que surgió la polémica de si la sociología habría de ser la ciencia general de la sociedad entre las ciencias sociales o si únicamente sería una ciencia social especial, igual que las demás ciencias.
En un primer momento nace la filosofía de la historia con el fin de convertirse en una ciencia general. De ello se encargarían Comte y Hegel, cada cual con su peculiaridad de ver la historia, quienes se percataron de que la sociedad humana no había crecido simplemente: se había desarrollado.

De esta manera, el hombre podría predecir y controlar –a través de leyes- el futuro de la sociedad.
Pero el aporte más significativo que recibe la sociología proviene del campo de las ciencias naturales a través de la obra El origen de las especies de charles Darwin, quien demuestra que el hombre proviene de las formas más elementales de la vida orgánica, que pertenece al reino animal y que sobrevive a través de la selección natural y por supervivencia del más apto, esto es, que la vida está regida por la lucha por la existencia (G. Simpons en Fuenzalida, 177:31-32).
Todos estos aporte evolucionistas fueron trasladados al campo de la sociología por Herbert Spencer, quien demostró que la sociedad humana evolucionó de una homogeneidad incoherente a una heterogeneidad coherente (G. Simpson en Fuenzalida. Ob.Cit: 32-33).

Hasta esa época, los especialistas afirman que la sociología asiste a una transformación que va de la filosofía de la historia a la adopción de leyes y conceptos biológicos por el campo de la sociología, que adoptó una variada terminología propia de las ciencias naturales como estructura, proceso, función, organismo, etc. Entonces la sociología redefinía su interés de estudio al investigar sobre características de la vida en grupo, significación estructural y distintiva de las relaciones sociales.
El verdadero desarrollo de la disciplina sociológica procede de Alemania con los aportes de George Simmel, Max Weber y Leopold von Wiese. Cada uno de estos pensadores demostró que la sociología era una ciencia especial distinta de las demás capaz de ofrecer su propia contribución. Situación similar se presenta en Francia cuando Durkheim afirma que “la sociología debe ser independiente de cualquier filosofía” demostrando de esta manera la peculiaridad y autonomía de esta ciencia (G. Simpson en Fuenzalida, Ob. Cit.: 35-36).

A partir de este enfoque es que la sociología ha contribuido al desarrollo de las otras ciencias permitiéndoles enriquecer su objeto de estudio, como es el caso del derecho que a través de la jurisprudencia sociológica procura entender la ley como un “instrumento de control social”. En la antropología la contribución más significativa se encuentra en su nueva rama denominada antropología cultural, que algunos expertos prefieren llamar sociología comparada.
Como se podrá apreciar, la sociología se interrelaciona con las demás ciencias sociales de forma inherente. Todas ellas son importantes y a la vez cada una se complementa a fin de enriquecer y ampliar el panorama de estudio.

En cuanto a la relación de contenidos es innegable la similitud de temas y elementos comunes que una y otra ciencia desarrollan, por lo que se convierte en una necesidad que el estudiante de ciencias sociales esté convenientemente preparado no solamente en la disciplina que ha tenido a bien elegir, sino que tendrá que conocer de otras disciplinas afines.
Algunos críticos mal intencionados hablan de la existencia de las fronteras de las ciencias sociales, pero dicha clasificación es únicamente admisible a razones pedagógicas y administrativas propias de los departamentos universitarios.

Sobre la polémica desatada por los científicos de cada una de las ciencias sociales en torno al contenido de lo que se debe investigar, George Simpson se encarga de dar solución al conflicto de las líneas demarcatorias de un problema en cuestión:

“Cuando un científico social investiga, no necesita tener respeto por la líneas burocráticas de demarcación intelectual; él va donde su problema lo lleva” (G. Simpson en Fuenzalida, Ob. Cit.: 70).

Y es que ya no hay científico que dude del carácter interdisciplinario de las ciencias sociales que se manifiesta a través del contacto regular entre los científicos sociales, en el empleo de una metodología plural de las ciencias sociales por lo que se puede afirmar que la fase de “desmembración” de las ciencias sociales ha sido superada (Barrantes, 1977: 26).
Para tener una idea más clara sobre el proceso interrelacional de las ciencias sociales es necesario referirnos a Immanuel Wallerstein, el cual en 1995 en la Social Science Research Council presenta las bases de lo que hoy se conoce como Abrir las ciencias sociales.

Sobre esta disertación académica, Wallerstein presenta el proceso de evolución histórico – social por el que han pasado las ciencias sociales hasta su estado actual, a fin de conocer la reconfiguración racional de este saber.
Empieza refiriéndose a la escisión entre la ciencia y la filosofía (fines del siglo XVIII), cuyos significados se encontraban muy emparentados puesto que ambos términos hacían alusión a la palabra “conocimiento”. Simultáneamente al rompimiento de estos 02 saberes se asiste al nacimiento de la ciencia y de la filosofía. La primera se diferenciaría por su carácter empírico – investigativo y la segunda por su corte especulativo (Wallerstein, 2003: 4).

En otro momento de su ponencia Wallerstein comenta acerca de la demarcación de las ciencias sociales identificando 03 criterios. El primero está referido a la manera cómo aborda la verdad científica, estableciéndose el presupuesto pasado/presente, o mejor dicho, historia/trío nomotético: economía, sociología, ciencia política).
Para los historiadores, su disciplina debía remitirse a exponer “cómo ocurrieron en realidad las cosas”, donde primen las fuentes primarias intencionales, combatir las generalizaciones e investigar hechos que le resulten familiares, como son los de su propia nación.

En cambio, para los investigadores del trío nomotético que pugnan por la lógica de la abstracción y la primacía de la investigación cuantitativa, que permite abordar hechos sociales con el escaso aporte subjetivo y arbitrario del investigador, ésta es la más conveniente ya que fomenta los estudios comparativos y, por ende, su mirada dista de ser histórica y anacrónica.
Wallerstein se percata que entre 1850 y 1914 los principales estudios de investigación tanto desde el enfoque ideográfico como nomotético se remitían a 05 países: Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña (Wallerstein, Ob. Cit.: 16-17). Este fenómeno, dice Wallerstein, se explica en parte por el prejuicio ideológico imperante en esa época de estudiar tan solamente a los países más importantes. En otras palabras, predominaba lo que en términos de Boaventura de Sousa santos se denomina la razón metonímica, es decir, aquella razón que se reivindica como única forma posible de racionalidad a la eurocéntrica, y que no investiga otras formas de racionalidad (Santos, 2006: 68).

Pero algo ocurría en el corazón de los entes académicos occidentales: presentían la existencia de civilizaciones no europeas en el resto del mundo. Es por ello que surge la necesidad de crear 02 disciplinas más: la antropología y los estudios orientales. La primera habría de estudiar a pequeños grupos, sociedades simples carentes de escritura, baja tecnología, creencias religiosas de escasa cobertura tribal hasta antes de su contacto con Occidente.
En el caso de los estudios orientales, su razón de ser respondía al hecho de contar con un disciplina que se encargue de estudiar a las civilizaciones como China, Persia, India y el mundo árabe. Todas estas culturas poseían características semejantes a la cultura occidental, debido a que registraban imperios burocráticos racionales, escritura y abundante producción intelectual (budismo, islám, hinduismo). La única gran diferencia era que no poseían modernidad, por lo cual eran vistas y estudiadas como civilizaciones congeladas en el tiempo, ahistóricas (Wallerstein, 2003: 23-26).

Respecto a las 03 ciencias sociales nomotéticas, Wallerstein se pregunta porqué no hay una ciencia única. Él lo atribuye más que nada a razones ideológicas del siglo XIX. Es decir, el pensamiento del liberalismo concibe el Estado, la sociedad y el mercado como entidades diferenciadas con comportamientos autónomos y que por lo tanto su comprensión habría de abordarse en forma separada.
Pero durante la segunda mitad del siglo XX se empieza a dar un proceso de internacionalización de las ciencias sociales. La razón de este hecho era la necesidad de formar especialistas en estudios no occidentales ya que del resto del mundo se sabía poco o nada. Se identifica en este suceso un proceso de desuniversalización del saber occidental y un interés por conocer la diversidad de experiencias sociales existentes en paralelo al conocimiento hegemónico de Occidente el cual había establecido un control regulador del saber desestimando las alternativas culturales.

Para Wallerstein la importancia de los estudios de posgrado radica en los estudios de áreas, donde se da prioridad a los conocimientos sobre una región determinada, lo cual implica aprender un poco de historia, economía, sociología, antropología, etc.
El significado de esto se traduce en la deconstrucción de la dualidad mundo civilizado – resto del mundo, con lo cual serían superadas las investigaciones ahistóricas. Entonces se empieza a hablar de una yuxtaposición de disciplinas tanto a nivel de campo como a nivel académico.

En la parte final de su disertación, Wallerstein aclara que su intención es mostrar que “el fundamento racional de las disciplinas ya no tiene mucho sentido” y que lo más conveniente sería reflexionar acerca de “nuevos fundamentos racionales y sobre nuevos criterios de delimitación”.
Hasta aquí hemos visto el proceso histórico por el cual las ciencias sociales han determinado su campo de estudio. Pero en lo que concierne al carácter epistemológico de esta ciencia, ¿qué debemos entender por abrir las ciencias sociales? ¿Debemos resaltar el paso a la posmodernidad del conocimiento en general y la ciencia en particular? Que los especialistas empiecen a hablar de abrir, impensar y redimensionar las ciencias sociales no es cosa del azar.

Estas interrogantes científicas coinciden con el duro cuestionamiento del que ha sido objeto el saber occidental sindicado como un conocimiento regulador incapaz de cumplir con las promesas de la modernidad (paz, igualdad, libertad y dominio eficiente del hombre sobre la naturaleza). Entonces la teoría crítica moderna entra en crisis y, lo más importante, surgen grupos científicos provenientes de lugares no occidentales dispuestos a descolonizar el saber, a demostrar las verdaderas estructuras que subyacen al saber regulador. Lo que se intenta es conocer desde otro punto de vista que elimine las dicotomías las características de la razón metonímica (Santos: 2006) que solamente busca establecer jerarquías de poder y del saber. De lo que se trata es aprender desde el Sur, y por Sur debemos entender según Santos “la metáfora del sufrimiento humano causado por la modernidad capitalista” (Santos, Ob. Cit.: 44-45).

El caso de América Latina y el Caribe representa una de las expresiones más importantes por desarrollar un nuevo paradigma epistemológico que aborda los problemas de la realidad social prescindiendo de los esquemas occidentales de conocimiento. Lo que debemos rescatar, al entender de Francisco López Segrera, son los axiomas, es decir, el legado de las ciencias sociales a nivel planetario, herencia que descansa en el aporte de Marx, Durkheim y Weber. Tales axiomas son:

1.- Existen grupos sociales y tienen por tanto estructuras aplicables y racionales (Durkheim).
2.- Todos los grupos sociales contienen subgrupos distribuidos jerárquicamente y en conflicto unos con otros (Marx).
3.- Los grupos y estados mantiene su hegemonía y contienen los conflictos potenciales debido a que subgrupos de menor jerarquía le conceden legitimidad a la autoridad que ejercen los situados en la parte superior de la jerarquía, en la medida que esto permite la sobrevivencia inmediata y a largo plazo (Weber). (López Segrera en Lander, 1993: 177-179).

Estos axiomas constituyen la manera cómo estos 03 pensadores reflexionan sobre la forma en que “vivieron la era moderna como una era agitada” (Giddens, 1998: 124). En base a estos axiomas es que Giddens establece su agenda interconectada de investigación relevante:

a) Reinterpretar el pensamiento social clásico.
b) Analizar la naturaleza de la modernidad.
c) Establecer un nuevo enfoque metodológico en las ciencias sociales (Giddens, Ob. Cit.: 124).

Junto a él, Wallerstein establece las perspectivas de las ciencias sociales para el siglo XXI:

a) La reunificación epistemológica de las denominadas 02 culturas (ciencias y humanidades).
b) La reunificación organizacional de las ciencias sociales.
c) La asunción por parte de las 03 ciencias sociales de un papel de centralidad (que no implica hegemonismos en el mundo del conocimiento). (Wallerstein en López Segrera, 1993: 180-181).

Aprovechando que estamos comentando sobre Wallerstein y su propuesta epistemológica de las ciencias sociales daremos respuesta a la pregunta que formuláramos líneas más arriba sobre qué significa abrir las ciencias sociales. Quiere referirse a la “deconstrucción de las barreras disciplinarias entre lo ideográfico y lo nomotético; integrar las disciplinas ideográficas y nomotéticas en un método transdiciplinario (López Segrera en Lander, 1993: 176).

Pero para abrir las ciencias sociales es necesario también impensarlas; es decir, “reconciliar lo estático y6 lo dinámico, lo sincrónico y lo diacrónico, analizando los sistemas históricos como sistemas complejos con autonomía, y límites espaciales y temporales (López Segrera en Lander, Ob. Cit.: 177).

Todo se logra si se emplea adecuadamente el análisis transdiciplinario con el fin de eliminar la clásica distinción entre el método de análisis ideográfico del nomotético.
Estas reflexiones constituyen el marco epistemológico sobre el cual han de reconfigurarse las ciencias sociales, donde el papel del saber comprenda una integración del pensamiento científico y humanístico, y el protagonismo en la escena pública de las ciencias sociales, como conocimiento capaz de hacer frente a los paradigmas eurocéntricos que no hacen otra cosa que distorsionar la realidad no occidental, sea decisivo.

Junto al invaluable aporte de Wallerstein y Giddens se les une Federico Mayor quien en 1992 al brindar una conferencia en Europa sobre las ciencias sociales en calidad de director general de la Unesco, coincide en varios pareceres con sus colegas al proponer el enfoque interdisciplinario comparativo, el uso de datos cualitativos y cuantitativos como base de sustentación de las ciencias sociales, y por último la necesidad de emprender reformas institucionales y organizativas con el objeto de facilitar el trabajo de interdisciplinaridad.

Mayor es de los que cree en la ciencia social total, aquella capaz de brindar el soporte teórico como marco reflexivo y analítico de los asuntos humanos, poseedora de un puente que lo lleve, en la práctica, a la materialización de dichas reflexiones mediante acciones sistemáticas que permitan otorgar una mejor calidad de vida a los seres humanos. Acciones que se manifiesten a través de una mayor esperanza de vida, aumento de la producción agrícola, generación de conocimiento que permita crear tecnología en información y comunicación, etc.

Sobre los aportes y axiomas de las ciencias sociales en Latinoamérica y El Caribe, estos representan un gran intento por establecer una “crítica emancipatoria” (Santos; 2006) al conocimiento regulador de Occidente que niega la posibilidad de saberes alternativos que expliquen las verdaderas estructuras sociales y epistemológicas.
Sergio Bagú ha desarrollado el axioma del “capitalismo colonial”, el cual explica que durante la dominación de los españoles y portugueses, estos establecieron un régimen económico de corte no feudal sino de tipo “capitalista colonial” que se presenta a lo largo y ancho de la región conquistada. Otra cosa muy diferente –según Bagú, es que el sistema del capitalismo colonial posea “manifestaciones externas” que puedan semejarlo al feudalismo. América ingresó al capitalismo comercial, ya imperante en Europa, en forma sorprendente, contribuyendo, posteriormente, al desarrollo del capitalismo industrial (Bagú, 1993: 253).

Dicha contribución puede ser explicada en términos de lo que Boaventura de Sousa Santos denomina “lógica productivista”, aquella que no escatima esfuerzos en conseguir la más alta productividad de la naturaleza y del trabajo del hombre sin importarle los presupuestos éticos. Creo que este tipo de lógica permita comprender porqué una de las promesas de la modernidad, dominio eficiente del hombre sobre la naturaleza, no ha sido cumplida.
Otro aporte importante lo constituye el axioma centro – periferia de Raúl Prebisch, que explica que el centro ha retenido totalmente el progreso técnico de sus industrias y que en muchos casos gran parte de este progreso le ha sido traspasado por los países de la periferia (Prebisch Marini, 1994: 238).

Como complemento a lo anterior, el axioma de “dependencia” de Theotonio Dos Santos, define el término dependencia como una situación en la cual la economía de un cierto grupo de países está condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía. Para dos Santos, ésta es una realidad histórica que se presenta a nivel de la economía mundial, en donde el desarrollo de unos cuantos países se logra en detrimento de otros (Dos Santos en Jaguaribe, 1969: 184).
Ambos aspectos, centro – periferia y dependencia, constituyen los vínculos de desigualdad entre el grupo de países del Norte, altamente desarrollados y poseedores de la más avanzada tecnología, y los países del Sur, pobres y con escasas oportunidades de desarrollo. En pocas palabras otra promesa de la modernidad incumplida.

El aporte de Aníbal Quijano sobre “colonialidad del poder y del saber” desarrolla el concepto de “idea de raza” como elemento que estableció las diferencias sociales entre los conquistadores y los conquistados. De esta manera la asignación de los roles fue determinada por el color de piel como “categoría emblemática de la categoría racial”. Junto con los roles y lugar de procedencia es que se establece la división social del trabajo.
La idea de raza constituye para los conquistadores un elemento legitimizador que les permitirá justificar su dominación sobre los no – occidentales (Quijano en Lander, 1993: 201-204).

Con la idea de raza se van a establecer “identidades sociales históricamente nuevas”. Estas son las de cholo, indio, negro, nuevas categorías que se añaden a las ya convencionales español, portugués o simplemente europeo. Si bien esta última categoría hasta antes de la conquista solamente era indicador de procedencia geográfica, con la llegada de los conquistadores habría de constituir una categoría diferencial con intensa connotación racial.
Por su parte, Santos identificaría en esta dicotomía conquistador – conquistado el desarrollo de la lógica que denomina de la clasificación social (Santos, 2006: 76). Este tipo de pensamiento, propio del saber regulador de Occidente, explica que dentro de las sociedades existen jerarquías naturales. Este tipo de lógica procura justificar la idea de dominación asignándole un atributo ya establecido por la naturaleza.

Estos son solo algunos alcances teórico – epistemológicos del nuevo conocimiento que ha empezado a formularse no solamente en América Latina y el Caribe sino en aquellos lugares como África donde el saber occidental fue impuesto como única manera de conocer y no como una alternativa democrática por conocer la realidad del referente empírico particular de cada nación.
Existe la idea de que por más conocimiento epistemológico que se formule es casi poco probable el desentendimiento del legado occidental que se encuentra muy arraigado en la producción científica de muchos investigadores de nuestro continente, porque muchos fenómenos sociales son explicados mediante conceptos formulados en Europa.

A nuestro parecer, creemos que la intensión por conocer desde otra perspectiva que no sea la occidental es la de demostrar la verdad de las estructuras, leyes, reglas y normas, etc. Impuestas en muchas ocasiones como instrumentos justificatorios del dominio político/económico/social/cultural. Se debe desestimar la ciencia creada como medio del orden político dominador –como es el caso de la teoría malthusiana que constituye un intento selectivo por disminuir hasta eliminar a los pobres- de las formulaciones científicas que explican los fenómenos sociales de la modernidad (El legado de Marx, Durkheim y Weber son un preclaro ejemplo de ello).
Bibliografía

1.- BAGU, Sergio.
Economía de la sociedad colonial.
Editorial Giralbo.
México, 1993.

2.- BARRANTES, Máximo.
Introducción a las ciencias sociales.
Editorial Dorhca.
Lima, 1977.

3.- DOS SANTOS, Theotonio.
“La crisis de la teoría del desarrollo y las relaciones de dependencia en América Latina”.
En: JAGUARIBE, Helio y otros. La dependencia político – económica en América Latina.
Siglo XXI.
México, 1969.

4.- FUENZALIDA, Fernando.
Ciencias sociales.
Ediciones Studium.
Lima, 1977.

5.- GIDDENS, Anthony.
“The transition to late modern society”.
International Sociology. Vol. 13, Nª1.
1998.

6.- LECAROS, Fernando.
Visión de las ciencias sociales.
Ediciones Rikchay Perú Nª4.
Lima, 1980.

7.- LOPEZ SEGRERA, francisco.
“Abrir, impensar y redimensionar las ciencias sociales en América Latina y El Caribe”.
En: LANDER, Edgardo. La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales.
Clacso.
Buenos Aires, 1993.

8.- PREBISCH, Raúl.
“Desarrollo económico de América latina y algunos de sus principales problemas”.
En: MARINI, Raúl Mauro. La teoría social latinoamericana. Textos escogidos.
México, 1994.

9.- QUIJANO, Aníbal.
“Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”.
En: LANDER, Edgardo. La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias s sociales.
Clacso.
Buenos Aires, 1993.

10.- SANTOS, Boaventura de Sousa.
Conocer desde el Sur.
UNMSM.
Lima, 2006.

11.- WALLERSTEIN, Immanuel.
Abrir las ciencias sociales.
Siglo XXI – UNAM.
México, 2003

1 comentario:

Rossonero dijo...

Excelente ensayo Rolando. El marco teórico que desarrolas evidencia muchas cosas. Un buen dominio metodólogico de las fuentes bibliográficas. Un balance propicio en un momento en que asistimos al fin de las ideologías.
Es oportuno además la integración de autores como Wallerstain y de Boaventura así como el de nuestros pensadores latinoamericanos y peruanos.