domingo, 9 de mayo de 2010

Yo amo a mi mami


Madre, madre, tú me besas
pero yo te beso más
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar.
Si la abeja entra al lirio
no se siente su aletear;
cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar.

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar
y qué lindo niño veo a tus ojos asomar.
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo que gastar
en seguirte por los valles
por el cielo y por el mar.

Gabriela Mistral (1889-1957). Caricia


Estoy seguro que por el solo título de este post se pueda adivinar de qué tratarán las siguientes líneas que desde este momento y a continuación han empezado a escribirse en este blog. Pues sí, este es un post en el cual quiero expresar, como siempre lo hago, algunas apreciaciones y sentimientos que exclusivamente giran en torno a la celebración del día de la madre y al importantísimo papel que la mía propia juega en mi vida.
Mi madre se llama Martha y sin lugar a dudas es la mujer que mayor presencia ha tenido, tiene y tendrá en mi vida. Esto jamás ha excluído la posibilidad de que otras mujeres, igualmente bellas y telúricas, consiguieran encontrar un lugar no solamente en mi vida, sino también en mis pensamientos, sobre todo en mis pensamientos. Sin embargo, de entre todas, es definitivamente la presencia de mi madre la que de manera más fija ha podido establecerse en mi mente y en mi memoria en todos estos años de existencia que llevo.

Se dice que madre sólo hay una, porque de haber dos quién podría con ellas, y aunque esta frase sea una manera palmaria de ironizar sobre ellas y lo "intensas" que pueden llegar a ser, lo cierto es que son así porque no es poca responsabilidad y no son pocas preocupaciones las que se toman por los hijos. Si lo sabremos, en mi particular caso, mi hermano y yo, que siempre hemos sido testigos de las largas horas en que mi madre ha estado pendiente de nosotros, procurando cautelar de modo irrestricto nuestro bienestar, nuestro normal crecimiento a nivel psicológico, social y cultural. Tanto él como yo sabemos que jamás podríamos retribuir, materialmente hablando, todo lo que de ella hemos recibido, pero igualmente sabemos que es con nuestro afecto, respeto y compañía incondicionales como podremos decirle gracias.

Y es que una madre nunca espera que se le retribuya cuanto dio y cuanto continua dando por un hijo. En tantos años de vida que tengo y con mi madre a mi lado ella jamás ha deslizado la posibilidad de que le devuelva siquiera algo de lo que ofreció o hizo por mí. Y yo, a continuación, le he dicho que entre mis posibilidades de vida futura jamás he considerado como alternativa el no tenerla en mis planes personales. Claro, por esta manera de ver mi relación con mi madre siempre he sido diagnosticado como "paciente con mamitis". Yo solamente he escuchado lo que la gente me ha dicho y he procurado extraer de sus apreciaciones la lección mejor de éstas a modo de incorporarlas en mi proceder futuro.

De todas maneras, la historia que he vivido al lado de mi madre y las tantísimas noches de sueño que ella perdió por pensar en mí, en mi hermano, en nosotros, y en atendernos y devolvernos la serenidad para continuar la marcha hacen imposible que yo no pueda agradecerle con mi compañía y amor lo que un día dio sin esperar nada a cambio. Es que al menos yo no concibo otra posibilidad. Mi madre siempre fue madre y padre para mí, aunque esta afirmación está ya bastante manida como para yo querer afirmarme sobre la misma. Mejor preferiría decir que en ausencia de un padre devoto se hizo todavía más madre, una madre superlativa al punto de marcar con muchos visos de su carácter y personalidad los míos propios. No obstante, jamás he llegado a pensar que con ello me convertí en una extensión de las sensaciones y los afectos de mi madre. Yo, por ejemplo, a diferencia de ella no tengo la expectativa de tener hijos o pensar que estos me darán la felicidad... Mas sé que si pudiera permitiría que mi madre fuera madre de los hijos que no creo llegue a tener, porque quién mejor que ella para prodigarles todo el afecto y los cuidados que desde siempre recibí de ella.

No son fortuitas estas líneas que ahora intento dedicarle. Mi madre me ha demostrado ser tal no solamente por haberme dado a luz o por haberme cuidado desde que nací y lo siga haciendo hasta hoy. Me ha demostrado que es mi madre no solamente porque me ha dado su afecto, su ternura. Es mi madre porque me respeta y me quiere como soy, como el hijo que en suerte le tocó criar. Es mi madre porque en medio de mis noches de confusión sabe estar conmigo y acompañar mi llanto, devolverme la seguridad que en mí siempre ha sido frágil y decirme algo así como ¡si no avanzas sólo te quedará retroceder, entonces recomponte y sigue adelante!

Es mi madre porque soy su hijo, y como tal únicamente puede amarme. Y yo soy su hijo porque amándola puedo decirle gracias y estoy contigo... ¡Te amo mamá!