sábado, 11 de julio de 2009

La configuración social de la identidad


Hace unos días recordé un encuentro con una pareja italiana que a mediados de marzo del año pasado vino al Perú a encontrar a su hija: vinieron a adoptar. Movidos por un ardoroso deseo de acoger es que hicieron un viaje de aproximadamente 15 horas desde Italia para llegar a nuestro país, y permanecer en él por lapso de un mes, más o menos, que iba desde encontrar a su hija, en efecto, hasta terminar la práctica adoptiva y lasciare a posto (dejar en regla, digamos) toda la documentación respectiva que acreditara que la niña que finalmente habían podido estrechar en brazos era su hija... ¡Con todas las de la ley!

Así, aquella pequeña había hallado el calor y el afecto de un papá y de una mamá, y ya sabía lo que era tener una familia. Aquel concepto hasta ese entonces abstracto había alcanzado materialidad para ella.

En tanto conversaba con la pareja italiana, una de las frases dichas por el feliz padre consiguió impactarme ostensiblemente. El dijo más o menos esto:

"l'unica cosa che ricorderà che è nata in Perù sarà la sua fisicità"

... que en español es: la única cosa que le recordará el haber nacido en el Perú será su aspecto físico. Y sí, pues, aquel dichoso hombre tenía razón, pero ¿por qué?



Aquella pequeña desde entonces en adelante habría sido italiana, no solamente por estar bajo la protección de la ley y de las normas civiles italianas, no solamente porque habría tenido los respectivos documentos italianos que acrediten su nacionalidad, sino porque, como tantos otros niños que han tenido la fortuna de encontrar una verdadera familia que los ame y asuma el cuidado de ellos, habría crecido en un contexto social y cultural diferente, diverso: el contexto social y cultural europeo, con las especificidades propias de un país como Italia.

Poco a poco muchos niños que han partido hacia un futuro mejor, en el calor de una familia, han hecho suya esa “italianidad” que no cesa de sorprender al mundo entero, y que aún después de tantos siglos, con su música, su comida, la moda, su modo de hablar tan particular, sigue dejando con la boca abierta a millones de personas en el mundo.

La “italianidad” de la que hablo no se adquiere de un día a otro, como se podría pensar. Para devenir italiano son necesarios años de experiencias vividas en el Bel Paese, y que van desde aprender a tomar un buen café, gozar la hora del almuerzo delante de una buena pasta, hasta saber escoger la ropa más “moderna” para vestir, o también perderse por la ciudad en medio de siglos de historia, como solamente en Italia puede suceder, y deleitarse con la misma en términos similares de posibilidad de impresionarse como sólo los mismos italianos pueden hacerlo al estar ante el relato físico y simbólico de años y años de existencia de una nación, de un pueblo, de un país y de un estado como aquel.

No se es italiano o italiana solamente porque se tiene el pasaporte o el documento de identidad italiana. El concepto de “italianidad” que ahora pretendo esbozar es más amplio de aquel que pueda ofrecer el Derecho, y que es frecuentemente expresado en las leyes: se es italiano o italiana porque se tiene la consapevolezza (la traducción relativa de esta palabra podría ser conciencia, conocimiento), la sensación y la certeza de participar de un conjunto de conocimientos y de reglas de vida que se han formado con el paso del tiempo, que conservan y mantienen viva la historia de un pueblo, y que precisamente por ello (necesariamenete también por ello) aterrizan en un determinado espacio geográfico que modela la cultura y que se deja modelar por la misma, desplegando una interacción binómica interesante de configuración de las pautas socio conductuales y actitudinales de las personas. La “italianidad” es una forma de vivir, que se modela día a día. Significa más que el simple hecho de haber nacido en Italia.

La pequeña que me inspiró estas reflexiones devendrá italiana, con su documento de identidad, obviamente, pero también merced de la géstica y la forma de hablar y todo lo que caracteriza el desenvolvimiento individual de las personas una vez que entablan un intercambio simbólico de comunicación en sociedad pro desarrollo y sobrevivencia.