sábado, 21 de noviembre de 2009

Amigos y rivales



Nuevamente, el ya manoseadísimo tema de nuestro sempiterno conflicto con la hermana república de Chile ya ha acaparado la agenda política del país, y no hay quien no comente, o con un poco de desinterés o con cargada colerina, que nuestro vecino una vez más ha dado claras muestras, si no de envidiarnos, por lo menos de no poder conciliar el sueño sin que antes de ir a la cama piense qué nuevas armas comprará para asustarnos, o quizá en qué otros ramos de la economía peruana insertará sus abundantes capitales para, según verborrea de más de un antichileno (ojo que no digo "rojo" o "izquierdoso"), continúe su imparable proceso de sometimiento y dominación contra nosotros a través de acaparar el mercado interno con sus jugosos capitales que dan más trabajo a más peruanos. En verdad, yo tampoco puedo dejar de pensar que Chile siempre, pero siempre, se acuerda de nosotros y no para exaltar nuestras virtudes como nación, sino para esbozar mecanismos y estrategias de velada liquidación, que puedan perjudicarnos, desde dañar nuestra integridad moral de país hasta, y ya materialmente hablando, adueñarse de nuestros mercados, pero anulando, y muy inteligentemente, cualquier resquicio de comentario sedicioso, con sueldos medianamente bien pagados con los cuales, bueno pues, ya ni ganas nos queda de alzar la voz contra su silente invasión.

De entre toda esta nueva campaña de aniquilamiento moral que Chile ha retomado contra nosotros, debo confesar que hay cosas que me sorprenden del vecino país del sur, y que me causan cierta admiración. Una de ellas es la unidad que toda su clase política ha asumido en estos días, dando un contundente y celero respaldo a su clase gobernante, exasperada porque "injustamente" se le ha acusado de pagarle a un espía peruano a cambio de que le venda información clasificada de nuestros operativos militares. Sí, sabemos que es un disparate que se sonrojen por algo que es palmariamente cierto, pero lo que no debe dejar de llamar la atención es que, incluso a la hora de mentir, se unen, y asimilan tan bien su "cuento" que hasta llegan a pensar que en verdad somos nosotros quienes odiamos a Chile. Es risible, sí, pero la convicción con la que mienten sorprende. Mentir sería el medio para alcanzar un fin: la unión de todos los chilenos y su clase política. Con ellos sí recita de maravillas aquella voz que dice el fin justifica los medios, mal atribuída a Macchiavello. No puedo decir que se me escarapela la piel al ver cómo se aplica este imperativo conductual y actitudinal porque yo también alguna vez me regí, con mayor o menor intensión, bajo este imperativo. Sin embargo. ¿cuán valedero es, éticamente hablando, que se recurra a este imperativo, para conseguir un fin, pese a que el mismo llegue a conseguirse con mediano éxito?

De otra parte, y sí lo lamento, es que nuestro excelentísimo presidente, una vez más, haya sido presa inconsciente de su incontinencia verbal, y se haya expresado como lo hizo de la benemérita república chilena. Llamar "republiqueta" a la nación más pendeja de Sudamérica no es para nada justo. Chile es una país grande (bueno, largo, y también bastante estrecho, geográficamente hablando) que ha sabido conjurar esfuerzos en contra de un país tan emprendedor como el Perú, y lo digo sin afán de joder ni automenospreciarme como peruano. El Perú, desde hace buenos años, ha emprendido una magnífica campaña que apuesta por exponer nuestras más grandes riquezas en todo el mundo, y hoy por hoy no hay rincón del orbe-mundo que no se exprese bien de nuestro país, pese a sus siempre endémicos problemas de contaminación ambiental, disparejo desarrollo urbano, pobreza extrema, racismo, etc. De igual modo, contamos con notabilísimos exponentes del arte, la cultura y el deporte que fungen de inmejorables embajadores nuestros en cada rincón del planeta. Quizá ello sí despierte la envidia de Chile, que se regodearía enormente al ver que Perú no avanza ni progresa como ellos. Así sea en términos de la dogmática económica del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la cuestión es que paulatinamente estamos dejando el subdesarrollo, sí, aunque la palabra esté manoseada hasta la indecencia. Esto sí me molesta como peruano: que no se nos permita ocupar un sitial de lujo en los mercados internacionales y en los más glamorosos ámbitos culturales de Europa, Asia y Norteamérica.

Tenemos derecho a crecer económica y socialmente. Ambos pasos se están dando, aunque pueda que el primero con más determinación que el segundo, pero ahí vamos, y no se me hace justo que Chile, habiéndonos ganado la guerra de 1879, y tras hacer suyo el Huáscar y pavonearse con él como trofeo de guerra muy para imperecedera vergüenza de nosotros, aún maquine y urda planes contra el Perú, que en la persona de Grau, por ejemplo, supo demostrar hidalguía al entregra el cadáver de Prat a su mujer. Habría podido arrastrarlo y trajinarlo por algún campo de batalla (en este caso los mares), como hiciera Aquiles con el cuerpo sin vida de Héctor, pero no lo hizo. Haberlo hecho no habría cambiado en nada el curso de la historia del Perú, pero sí habría enlodado nuestro nombre, al no respetar una muerte que inunda un cuerpo ya vacío de vida.

Sabemos que en la guerra el aprecio a la vida queda relegada a un segundo plano; de no ser así las guerras jamás cobrarían tantos muertos, ok. Pero si la vida no es respetada de manera irresctricta, ello por los usos "naturales" de la guerra, ¿entonces a la muerte, al menos, no se la debería respetar? Grau hizo así y escribió una noble página para nuestra historia.

Sé que Chile seguirá con su ánimos exacerbados contra nosotros, sé que seguirá reclamando mayor posesión sobre nuestro mar diciendo que es suyo, sé que seguirá insertando espías, sé que seguirá comprando armas para intimidarnos y declarando a viva voz que el Suspiro a la limeña es creación de la culinaria mapocha y que el recientemente fallecido Zambo Cavero nunca fue peruano sino "roto", y yo, sé que en circunstancias como ésta, nuevamente me sentiré orgulloso de ser peruano, pese al caos que hay en las calles de Lima, pero recordaré que Lima no es el Perú -como recitaba Valdelomar- (El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, etc...), y sé que por más hastiado de mi país que en algunas ocasiones me muestre, volveré a recordar la primera vez que estuve fuera del Perú y escuché por televisión entonar el himno nacional, pudiendo sentir cómo las lágrimas se asomaban por mis ojos, y yo de a poquitos me llevaba la mano al pecho porque la más excelsa melodía que tiene nuestro país empezaba a tocar sus acordes iniciales.