lunes, 27 de mayo de 2013

El sueño



En mi sueño te volví a ver. Creo que apareciste ahí porque deseo desde hace tiempo que lo hagas, que vuelvas a mi vida así como llegaste... De casualidad...

Estabas como siempre, radiante y lleno de energía... Esperabas que saliera (no sé dónde me encontraba)... Con apenas verme comenzabas a ser amable y elocuente, a tratarme bien y a preguntarme cómo estaba.
Salimos caminando, sin prisa e intercambiando seguramente más de una anécdota de cómo estuvo el día. Recuerdo que hasta ese momento había suficiente luz del día como para no temer o siquiera presagiar lo que vendría después.

Conforme nos alejábamos del punto donde nos encontramos, de donde pasaste a buscarme, nos adentramos en un parque... Creo que te oí decir algo, algo que ahora ya no recuerdo bien. De repente ya no estabas y giraba la cabeza para buscarte pero no te encontraba. Lo que sí divisé a lo lejos fue un león, de mirada amenazante y que claramente buscaba una presa... Temí por mi vida y me escondí bajo uno de los tantos arbustos de aquel tupido parque, abarrotado de árboles grandes y altos y de césped verde puro.

El león se dejaba guiar por su fino olfato a fin de encontrar su presa ansiada. Yo no podía moverme, temeroso de que así llegase más rápido a mí y entonces ya no tuviese más remedio que resignarme a morir.
El león me divisó y yo a él. Vi su mirada, la mirada de quien encuentra lo que quiere y ya debe destruirlo para saciar su propio apetito. Decidí que no podía sucumbir ante aquella fiera ni que aquél era el lugar que merecía para cerrar mis ojos a la luz de este mundo. Corrí.

Corrí con todas mis fuerzas y más. Mis piernas se vieron robustecidas por el ánimo de no dejarme vencer ante tamaña criatura salvaje. Podía sentir cómo el león se esforzaba igualmente por darme alcance. Yo corría aún más en medio de aquel enorme parque que parecía no tener una salida. Habría podido correr días de días en él y jamás habría salido...

Entonces vi a lo lejos una banca, a continuación de un gran árbol que ofrecía más de una firme rama de la cual bien me podía colgar y así estar a salvo del león, que en cualquier momento me iba a dar alcance. No dudé en optar por esta solución así que empleé las últimas fuerzas que me quedaban con tal de llegar hasta la banca. Ya próximo, tomé impulso y brinqué sobre ella. 

Alzando mis brazos me elevé lo suficiente como para alcanzar una de las fuertes y firmes ramas de aquel generoso árbol, que aquel día (o debo decir aquella noche ya que no veía más la luz solar) se había des-cubierto generoso ante mi mirada y me ofrecía la salvación que aguardaba. Prendido de su rama, vi la llegada del león que ya no podía darme alcance. Sin embargo, no se resignaba sino que daba grandes saltos con tal de llegar a mí. Era en vano  pues no conseguía siquiera rasgarme los pantalones con sus bien afiladas garras de felino imposible de domesticar.

No recuerdo cuánto rato el león trato infructuosamente de arañarme, de llegar a mí. Cuando se cansó y dio por terminada su cacería, comenzó a alejarse... Y a medida que se alejaba se presentó ante mis ojos el milagro de ver su transformación gracias a la cual dejaba de ser aquel salvaje animal que me había acechado para convertirse en un joven, en un muchacho como de mi edad...

Me solté de la rama y fui a esconderme tras la banca que me había servido de punto de impulso para llegar al árbol. Desde ahí lo vi y me sentí extraño. Me parecía conocerlo... No vi con claridad su rostro, no puedo decir quién era. Y he comenzado a dudar si lo escuché reírse en tanto se alejaba...

Pero de una cosa estoy seguro: fieras como aquel león, famélicas de una presa, las hay muchas, sueltas por ahí... Quizá no las vemos, quizá están disfrazadas así como la que me persiguió a mí. No les conviene mostrar su naturaleza desde un primer momento y entonces optan por disfrazarse imitando nuestra apariencia humana.

Sabiendo que no habría podido hacer frente al león y su descomunal fuerza e insaciable apetito supe que huir de él y ponerme a buen recaudo era una opción. Cuando no podemos hacerle frente a ciertos males creo que lo mejor es alejarnos de ellos y estar alertas por si regresan... 

Si me preguntan quién ganó, no diría con tanta ligereza que fue el león. El león renunció a su empresa, a capturarme, al verme seguro después de haber empleado los recursos necesarios para estar lejos de su radio de acción: mi inteligencia y la bondad de las circunstancias. Ambas unidas por la sensatez me presentaron el camino... Y al ver el camino y la seguridad que éste me ofrecía me fue claro que tenía que seguirlo. Opté: lo seguí.