martes, 20 de enero de 2009

Internet como tecnología de la personalidad


El boom del Internet como producto cultural y soporte tecnológico facilitador de las comunicaciones -que supera las enormes distancias geográficas- es uno de los que han alcanzado un efecto hasta el momento imperecedero en el público consumidor, y que por ello mismo le reporta vigencia, actualidad, en el mundo de hoy.

Internet trae consigo una serie de beneficios, pues, al ser la red de redes a la que uno puede sumarse desde la tranquilidad de su casa y navegar en un mar de información de la cual empaparse si así se desea. Es poco lo que no pude encontrarse en Internet, y así, como herramienta globalizadora del conocimiento muchos lo aprecian, al haber superado al papel y su marca de agua burguesa y alcanzar el saber de manera todavía más directa de la que podría hacerlo un libro o un periódico.

Pero Internet también es un canal de acceso a la información nociva, como por ejemplo la pornografía, o los instrumentos de violación de telecomunicaciones o de exposición indiscriminada de la intimidad y privacidad de las personas, cosas con las cuales evidentemente terceros grupos de poder lucran día a día. Siendo de esta manera, el problema no radica en si hay información o no a la cual accesar, sino en saber escoger la información misma de acuerdo a su contenido y utilidad.

Por otra parte, Internet -y es lo que puntualmente quiero en el presente artículo abordar- también puede ser leído bajo una lectura sociológica de mayor intensidad que la hasta ahora referida líneas arriba. Internet puede ser leído como un "texto cultural". ¿En qué sentido? La respuesta a esta pregunta aclarará mejor nuestro panorama y concepto del mismo, superando la simplona discusión que únicamente se remitiría a sindicarlo como bueno o malo, como productivo o nocivo. ¡Vamos un poquito más allá!

Internet puede ser leído como un "texto cultural" desde el momento que es una "industria cultural", una creación de carácter simbólico que, insertada en el mercado, va al encuentro de un público consumidor, y como tal -como producto cultural- consigue estructurar las pautas de consumo cultural de las personas a la vez que repercutir en sus subjetividades y en la configuración de sus pautas conductuales y actitudinales.

Internet es uno de los más trascendentes productos del capitalismo posmoderno, en palabras de Slavoj Zizek, cuando define el contexto en el que éste aparece como el escenario de la mercantilización directa de la experiencia misma (ZIZEK, Slavoj. Capitalismo Cultural) . ¿Qué luces da esta afirmación al tema hasta ahora tratado?

Las personas del mundo de hoy cada día buscan menos productos para simplemente consumir, como un pan o una gaseosa -necesarios claro está, según la necesidad del consumidor- sino que salen a la búsqueda de experiencias vitales que den mayor sentido a la vida que se tiene. Hablamos de experiencias de comida, comunicación, consumo cultural mismo... Experiencias de sexo...

Internet, siguiendo esta línea, se insertaría como la más actual posibilidad de vivir experiencias vitales como las anotadas hace un momento, pero sobre todo, experiencias de tipo sexual. Con ello, y al acceder a las mismas, Internet despliega su poderoso efecto como industria cultural al definir el consumo humano pero dotándole a la vez de un "valor agregado" que versa en coadyuvar a la formación y desarrollo de las identidades sociales y culturales de las personas, al hacerlas participar en estilos de vida nuevos, ricos.

La persona que ha tomado contacto con este tipo de experiencias vitales y las incorpora a sus pautas cotidianas de consumo empieza a adquirir poco a poco un estilo de vida, el mismo que comporta -de acuerdo al tipo de experiencia vital elegida- distinción y diferenciación social, muy conectados a la dotación simbólica del bien seleccionado, evidentemente.

Entonces, la idea de que Internet, como industria cultural, se convertiría en una tecnología de la identidad, al dotar de la misma a la persona que asimila -y con asiduidad practica- pasa por ser una experiencia vital específica que para ese momento delinea un estilo de vida.

Y es que Internet, siendo así, es un verdadero fenómeno cultural de nuestros tiempos, siempre en constante cambio. Cambio que le ha valido para mantener vigencia y popularidad. Con esta última llegan otras ganancias, ya no tan simbólicas sino más bien económicas, a favor de sus creadores. Aquí asistimos a la transformación del valor simbólico de Internet en valor económico.

Por tanto, y para terminar, quiero dejar clara la idea inicial de que Internet es una de tantas tecnologías de la identidad al ser parámetro cultural de validación del sujeto en la sociedad (Ana María Ochoa. Entre los deseos y los derechos. Un ensayo crítico sobre políticas culturales).

Así, Internet no es ni bueno ni malo. Malo quizá sea el no conocer, o el negarse a entender que un producto cultural de tal especie -según la intensidad con la que se le asimile a la vida cotidiana y de acuerdo a específicas pautas de consumo- delinea todo un estilo de vida. Ofrece "experiencias vitales" dadoras de sentido a la vida de los consumidores, y también dota de distinción a quienes son afectos al mismo. ¡He aquí el punto de apoyo de Arquímedes para mover la tierra!... La distinción que genera diferenciación, y que de acuerdo a la naturaleza de las circunstancias, también acarrera reconocimiento, y después trascendencia...