domingo, 6 de septiembre de 2009

Los usos de la memoria

Salvador Dalí. La persistencia de la memoria


La memoria es la capacidad mental de conservar y evocar cuanto se ha vivido. Es un fenómeno muy complejo en el que entran en juego el psiquismo elemental (rastros que las sensaciones dejan en el tejido nervioso), la actividad nerviosa superior (creación de nuevas conexiones nerviosas por repetición, es decir, reflejos condicionados) y el sistema conceptual o inteligencia propiamente dicha. Es una actividad específicamente humana en cuanto comporta el reconocimiento de la imagen pasada como pasada. Así define http://www.psicoactiva.com/ a la memoria, brindando un concepto breve pero consistente de todos los elementos psicofísicos que juegan un papel decisivo en el establecimiento y permanencia de la memoria y la evocación de sucesos ya vividos que, en el momento de ser reproducidos ya son sólo recuerdos.

Y sí, gracias a la memoria continuamos teniendo algún tipo de conexión con el pasado que hemos vivido y que nosotros mismos, sin lugar a dudas, hemos protagonizado, habiendo podido desempeñar un rol feliz o no, cómico o trágico, etc. Asimismo, el poder de nuestra memoria y la recurrencia de sus recuerdos es directamente proporcional a la intensidad de las sensaciones, emociones y sentimientos experimentados en un determinado momento, espacio y circunstancia de nuestras vidas. A cada uno de esos corresponde uno de los anteriores, y es que no vivimos por vivir: no hay relación humana dada en un determinado espacio y mediando alguna circunstancia que no consiga impactar nuestra subjetividad, para generarnos a la postre un recuerdo que nuestra memoria atesorará. Tenemos recuerdos de familia al lado de nuestros seres queridos, de los compañeros de la escuela, los amigos de la universidad, de la relación con nuestros vecinos, de los amores alcanzados como también de aquellos otros frustrados que definitivamente, con un trazo contundente -como también podría serlo pálido- han ido a grabarse en la memoria, y de cuando en vez se reactualizan como lo que son, recuerdos, de acuerdo a nuestra expresa voluntad de evocarlos -en el caso de que tengamos un adecuado dominio sobre nuestra psiquis.

¿Pero qué hacemos cuando no son recuerdos gratos sino dolorosos los que consiguen filtrarse a nuestro pensamiento actual y turban el desenvolvimiento de nuestra vida? ¿Qué nos salva de un fantasma que habita en los corredores de nuestra mente y que, en la mayoría de los casos, sólo nosotros podemos ver? Es un combate que lidiamos solos contra ese recuerdo gelatinoso que no se deja asir por nuestras manos, ávidas de aniquilarlo por el dolor que nos ocasiona. Es en este punto que las diversas patologías de la memoria hacen una aparición en escena casi milagrosa que termina redimiendo engañosamente a la persona atormentada. Entre estas tenemos las siguientes:

La amnesia.-

Es la pérdida parcial o total de la memoria que puede deberse a causas emocionales u orgánicas, o a la combinación de ambas. La amnesia nos impide la evocación de hechos específicos, no solamente de los dolorosos, también de aquellos felices. En el caso de que sean, como referíamos líneas arriba, sucesos dolorosos los que se pierdan en el dédalo del olvido, la persona habrá podido ganar una serenidad que de seguro le hacía falta, al verse atormentada por los mismos, pero ¿cuál será el costo a asumir por ello? Cuando un problema como la amnesia se presenta, puede que se lleve recuerdos dolorosos -ese es el lado positivo- pero por lo general barré con los recuerdos de un sólo tirón, llevándose desafortunadamente también los buenos. Y es que esto se comprende porque nuestra vida es una sucesión de experiencias felices y no tan felices que se intercalan unas con otras a lo largo de nuestros días. La amnesia lamentablemente no es una patología selectiva que procede con un mecanismo de elección de lo que va a llevarse, a la vez que esté en pacto con quien la sufra, a fin de aliviarle la carga gnósica (por gnosis=conocimiento. Hay que considerar que el recuerdo es también conocimiento de algo, alguien). No, si fuera así no se le consideraría como una patología sino como un proceso de autorregulación que la mente despliega para salvaguarda de la estabilidad psíquico-neurológica del ser humano.

La persona amnésica es una persona menos completa en tal sentido, vulnerable y tristemente vacía, así como insegura en relación a los eventos sucesivos que esté por protagonizar. Entre otras complicaciones, y de acuerdo a la edad en que la amnesia se dé, en la buena parte de los casos hay que repetir el proceso de socialización para estar al día con el entorno y las personas que rodean al paciente. Además, el pasado no es sólo fantasmas grises que se ciernen sobre nuestra tranquilidad, amenazándola. Son también buenos momentos hechos recuerdos que afloran en el presente y que, a la hora de tomar decisiones o de enfrentar nuevas experiencias y situaciones de vida, nos sirven como una especie de feedback insustituíble del que así nomás no podemos prescindir.

Imagimenos que no supieramos que meter los dedos en el enchufe de la pared nos va a causar una pequeña descarga de corriente eléctrica: al intentar hacerlo -y luego, en efecto, hacerlo- sabremos que ya no más tendremos que intentar semejante cosa (a menos que nos guste recibir descargas de corriente eléctrica a escala controlada), y mucho menos intentar hacerlo con las manos mojadas (a no ser que se esté buscando una manera de morir). De la misma manera, y sirviéndome de este prosaico ejemplo, ¿cuántas cosas en la vida tendría que experimentar nuevamente la persona amnésica que ya aprendió y vivenció antes, como salir sola a la calle, interactuar con las personas, etc.?

La hipermnesia.-

Fenómeno de exaltación de la memoria producido en estado de trance y por personas con facultades de agudizar el psiquismo, hasta recordar con los más precisos detalles hechos y conocimientos perdidos en la memoria del tiempo. El paciente que sufre esta patología recuerda todo lo que ha hecho cada instante de su vida al punto de poder presentar un reporte detallado de los mismos. Las personas con este "talento" no son abundantes en este planeta sino todo lo contrario, son muy escasas, siendo 03 los casos que se refieren en todo el mundo según http://noticiasinteresantes.blogcindario.com/2008/08/01258-hipermnesia-o-la-enfermedad-de-recordar-todo-lo-que-has-hecho-cada-instante-de-tu-vida.html

El mencionado portal también refiere que las personas con esta patología no viven ésta como un don, ya que presentan dificultades de abstracción, siendo incapaces de generar categorías. En tal sentido, hay una imposibilidad para generalizar, por lo que el paciente se detiene en la evaluación de elementos particulares sin ser capaz de extraer de cada uno de ellos las cualidades comunes. ¿Pero podría ser un problema recordar, entonces, más de lo que normalmente las personas suelen recordar? La mente también podría ser -como expresara José Baquíjano y Carrillo (1751-1817), precursor de la independencia del Perù cuando dijo del mismo- como un resorte que ajustado más de lo que permite su elasticidad termina por saltar de la mano de quien lo contiene. No se le puede dar a la memoria más recuerdos de los que normalmente ésta almacena. El olvido y sus mecanismos, así, pues, juega un rol necesario porque nos ayuda a eliminar recuerdos que, simplemente, no sirven. ¿Qué de trascendental puede tener el que, a la vez que se recuerda un pasado evento personal, importante y trascendente, se recuerde también que, por ejemplo, ese mismo día se casó la hija del primer ministro de Andorra? ¿Si algo así se olvida, la vida de uno se verá perjudicada en lo más mínimo? O a la inversa, ¿si esto mismo se recuerda, mejora en algo nuestra vida? Definitivamente que no.

El olvido le da espacio a nuestra memoria para almacenar nuevos recuerdos, quizá aún más importantes que evocar después, como el nacimiento de un hijo. No es ni bueno ni útil saturar la memoria con cosas tan baladíes como la mencionada en el párrafo precedente.

La paramnesia.-

Es un desorden de la memoria caracterizado por la ilusión de recordar cosas y situaciones que se viven por primera vez. El caso contrario es sentir que las cosas familiares son vistas por primera vez. Algunos investigadores indican que podría haber alguna conexión entre la paramnesia y la epilepsia al ver que los efectos de la primera ocurren antes de una convulsión propia de la segunda patología mencionada. Pero, tomando la primera parte de esta definición que se refiere a la ilusión de recordar lo que se vive por primera, en el caso de que uno no esté tan paramnésico como se podría pensar, el simular que se recuerda algo que se vive por primera vez tendría la particularidad de apreciarse, según la espontaneidad del sujeto, como un gesto de cortesía y cordialidad, como fingimiento o hipocresía, o simplemente como vergüenza a hacer el ridículo. ¿Cómo así?

Si es la primera vez que voy a cenar a un lujoso restaurante junto con otras personas que no son mis amigos, pero a los cuales quiero impresionar, y quiero aparentar ante ellos que tengo costumbre de hacerlo, entonces fingiré que estoy familiarizado con una práctica de este tipo, pese a que sea la primera vez que la vivo. Así, ¿qué tanto podemos hablar de que la persona que recurre a este engaño, a este autoengaño, no tiene un desorden, si no de la memoria, de la personalidad? ¿O si visitamos un asentamiento humano por primera vez y, para salvar un poco las enormes distancias sociales fingimos cortesmente saber de los problemas por los que pasa su población y estar al tanto de escenarios como aquel? ¿Somos parmnésicos? No.

Pero si hablamos de la paramnesia en su estricto sentido clínico, ¿tiene ésta alguna ventaja para la persona que la experimenta? Pensemos en que muchas veces las personas necesitamos "recordar" lo que vivimos por primera vez porque así hayamos sosiego para nuestras atormentadas conciencias, y descartamos por un momento que sólo hasta ese momento hemos podido llegar a tener contacto con ese algo o alguien que desde hacía tiempo queríamos alcanzar, pero que en el pasado quizá diversas dificultades que coparon nuestro camino hacia nuestro ansiado fin nos impidieron hacerlo. Acaso es doloroso tomar conciencia, en el presente, de que lo que estamos viviendo ahora, lo que estamos gozando ya, nos costó mucho tiempo y sacrificio, mucha renuncia y desvelos. Por supuesto que si llegamos a paladear un momento gozoso de este tipo -una meta a la que se llega con un historial de sacrificios asentado en nuestras espaldas- inexorablemente se harán presentes los recuerdos de malestar asociados al camino que fue menester recorrer para llegar a éste. Entonces, para suprimir la sensación dolorosa es que decidimos "olvidar" los sucesos previos y simular que el instante llegado no es novedoso sino que ya se esperaba, más aún, que ya se estaba familiarizado con el mismo, y que en el momento de ser vivido por primera vez solamente se lo está recordando.

Pero entonces quizá esto ya no sea paramnesia sino una forma de re-crear momentos de nuestra vida que nunca tuvieron lugar, y hacer como que si se recordaran los mismos: lo que nunca pasó y que pensamos sí pasó, y todavía decimos recordar. Una tía mía solía decir que a su papá (o sea a mi abuelo) le encantaba que ella le pusiera música de Roberto Carlos. Ese es el testimonio de mi tía, y al haberla oído "recordar" esto, ella misma se conmovía. Lo cierto es que, según el relato de terceros, a mi abuelo jamás le gustó Roberto Carlos, ni nunca se llevó bien con mi tía, por lo que nunca habría podido pedirle cosa semejante. ¿Quién miente? ¿Este falso recuerdo sigue siendo paramnesia o ya es locura?

¿En qué momento dejamos que sea más nuestro subconsciente o inconsciente el que juegue un papel más decisivo que nuestra conciencia a la hora de asimilar las diversas vivencias de la vida cotidiana, para luego dar testimonio de las mismas con la respectiva evocación de aquéllas? ¿Somo conscientes, por ejemplo en el caso del falso recuerdo, de que nos estamos engañando a nosotros mismos con tal de hallar la calma que necesitamos? Pero entonces una calma como la que se quiere alcanzar solamente llegaría si en un cierto punto dejamos de ser conscientes del autoengaño para ya simplemente evocar el recuerdo de algo que jamás se vivió. Ese es el pacto que hacemos con nuestra memoria: tenemos que creer nuestras propias mentiras para luego defender con ardorosa fe nuestras falsas verdades.