viernes, 17 de julio de 2009

En medio del camino de nuestra vida me encontré por una selva oscura


En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
porque la recta vía era perdida.

¡Ay, qué decir lo que era es cosa dura
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
cuyo recuerdo renueva la pavura!

Tanto es amarga, que poco lo es más la muerte:
pero por tratar del bien que allí encontré,
diré de las otras cosas que allí he visto.


Estos imperecederos versos no pueden ser de otro que no sea el poeta italiano Dante Alighieri (1265-1321), que empieza así la recitación del Canto I del Infierno, el pasaje más seductor que pueda contener su magna obra La divina comedia.

Yo, en esta ocasión, he querido valerme de estos versos -diáfanos en tanto que traslucen vivamente el temor que el mortal creyente debe tener de caer en ese averno iridiscente que es el infierno en caso de no llevar en vida la buena conducción de sus días- para reseñar un tema que me interesa hacer tocar, y que se enmarca dentro del uno de los tantos debates de la sociología urbana: hablo, puntualmente, del problema de la desintegración de la comunidad.

Aunque pueda perecer que exagero (pocas veces lo hago!...) en ciertos momentos vivir en comunidad, en sociedad, o más abiertamente, rodeado de personas con las cuales establecemos día a día diversos tipos de interacción mediada por una configuración de dispositivos simbólicos -entre ellos y siendo uno de los más importantes y necesarios, el lenguaje- puede llegar a ser exasperante. Puede llegar el instante en que vamos a desear estar solos y lejos de los demás al sentirnos asfixiados de su presencia, y veremos porqué pasa esto. Pero cuando parece que finalmente nos hemos librado de esos otros que son el enemigo, volviendo la mirada al espacio desocupado que han dejado, nos topamos efectivamente con un vacío, que antes, cuando ocupado, complementaba nuestras vidas. Nos asalta la desolación al no tener un referente humano al cual dirigirnos, y en medio de esa soledad que difícilmente puede absolver nuestras más variadas dudas (las existenciales, por ejemplo) tendemos a la depresión, y después al suicidio, en el peor de los casos.

Pues bien, me centraré ahora en alcanzar las perspectivas de los más notables teóricos que sobre esta temática han hablado y que, estoy seguro, va en la dirección de entender el problema de la cohesión social.

I

Pensemos en las diferencias que saltan a la vista inmediatamente al comparar la vida en la gran ciudad y la vida en el campo. Las grandes ciudades y el emplazamiento espacial que han alcanzado hasta hoy son básicamente producto de una revolución tecnológica (sobre todo la que opera en el campo de las comunicaciones) que caracteriza a la Era Moderna. La gran ciudad es la prueba más palpable de los tiempos "modernos" que vivimos, y que dista mucho de parecerse, de asemejarse algo siquiera a la aldea, pueblo o comunidad "aún no abierta a la gran modernización". Ambas, por tanto, imponen distintos códigos de comportamiento y control social que sus integrantes deben acatar en caso de querer continuar integrando las mismas. Es aquí donde surgen los problemas!

El sociólogo alemán Ferdinand Tönnies (1855-1936) hablaba de Gemeinschaft y Gesellschaft para referirse con mayor precisión a la vida que se da en los contextos antes anotados.

Para Tönnies, la Gemeinschaft reúne a un número no muy grande de personas que se hallan inmersas en una red de relaciones estrechamente tejida, básicamente conformada por parientes y amigos, donde sus miembros están, entre otras cosas, unidos por una ascendencia común, así también como por valores, aspiraciones, tradiciones, roles comunes, etc. Sus integrantes comparten historia y actividades comunes labradas gracias a una poderosa interacción cara a cara que con el curso del tiempo ha ido creando fuertes lazos emocionales, sagrados e imperecederos en tanto sagrados.

Asimismo, la gente concibe su identidad en términos de su lugar de origen y de su posicionamiento social en la comunidad.

Muy por el contrario, la Gesellschaft agrupa a personas vinculadas entre sí a través de organizaciones formales (las instituciones) y el mercado. Se caracteriza por contener poblaciones amplias y densas que establecen un número mucho menor de interacciones cara a cara con el resto de las personas. Acontecen, entonces, interacciones de carácter impersonal. Suceden relaciones superficiales y difícilmente se comparten ascendencia, valores, normas, actitudes, tradiciones, etc.

La Gesellschaft, además, se caracteriza por la alta especialización del trabajo, la misma que explica la distancia social entre sus integrantes, una distancia social que crea lazos fragmentados entre las personas.

II

Georg Simmel (1858-1918) sostenía que la ciudad es ruido y agitación, turbulencia y sensacionalismo. La estimulación constante que la ciudad ejerce sobre los hombres y mujeres hace que desarrollen una situación de hastío hacia lo que sucede alrededor. Tal situación de hastío, de una u otra forma, los protege de un severo agotamiento emocional que también es en buena medida un tipo especial de sobrecarga psíquica generada por la interacción con nuestros coetáneos.

Así, tenemos, al interior de la ciudad personas frías y sin corazón, indiferenetes a los sentimientos y acciones de los demás. Con todo ello, caemos en la conclusión que la vida urbana desarrolla la individualidad, permitiendo el anonimato (que en ciertas circunstacias puede ser bastante ventajoso como no) y una amplia variedad de relaciones sociales, la misma que es tal en tanto más diversas sean las peronas. Acá radica la ventaja de que aquéllas no compartan ascendencia, valores, normas y actitudes comunes.

III

Louis Wirth (1897-1952) aportaba, a su vez, lo siguiente: Las poblaciones de la gran ciudad se caracterizan por ser de gran tamaño, tener alta densidad y amplia heterogeneidad. Estos dos últimos aaspectos desmotivarían la posibilidad de que se establezcan relaciones personales estrechas. La masificación, a lo mucho, podría generar relaciones personales distantes. Dichas relaciones personales serían distantes debido al hastío que los individuos probarían al estar siempre rodeados no solo de la agitación y el tumulto del que ya se hablaba líneas arriba sino también porque les sería dificultoso encontrar espacios de privacidad en medio de aquella selva de cemento que es la gran ciudad, caracterizada, por supuesto, por la alta densidad demográfica que no deja espacio geográfico mínimo para un mayor emplazamiento y "distracción" de sus integrantes.

Sin embargo, esta sensación de hastío y de, hasta cierto punto, desagrado que se podría sentir por los demás y su presencia asfixiante, hasta el punto de desear que no existieran, podría igualmente generar en algunos otros individuos, al reconocer el estado de unas relaciones sociales impersonales, distantes, una sensación de asilamiento que, nuevamente, dependiendo de ciertos estados emocionales de la persona, podrían conducirlo a la depresión o al suicidio al no encontrar referente humano alguno.

Otro de los aspectos negativos de un tipo impersonal, distante de relaciones sociales es la actitud de indiferencia y apatía que las personas pueden sentir hacia los demás y sus problemas. Esa misma indiferencia consiente la aparición de la delincuencia, la corrupción y la criminalidad, que opera libremente al saber que no ocasionará un gesto de desaprobación lo suficientemente ostensible en las personas que, ante la ocurrencia de un delito, lo vayan a censurar. Quienes delinquen saben que el resto de la sociedad no va a hacer un seguimiento puntual de la aplicación del castigo para ellos en el acertado caso de que así lo ameriten. Todo ello les concede una especie de patente de corso que les permite actuar temiéndole poco a la sanción, y mucho menos a la censura.


Por todos los puntos hasta aquí expuestos es que la ciudad y la vida en sociedad puede, no pocas veces, simular un infierno, algo semejante al que narra Dante y que traigo a colación al inicio de este post. En todo caso, la distintos puntos sobre el tema que los teóricos aquí reseñados aportan al respecto son interesantes y por demás enriquecedores de una lectura mucho más específica y detallada de la complejidad que implica la vida en sociedad, obviamente siempre condicionada por las características geográficas sobre las cuales se asienta la ésta, así como también por los dispositivos de control y delineamiento de las pautas conductuales y actitudinales impone y que se espera asuman sus integrantes en caso de querer seguir integrando la misma.