viernes, 6 de marzo de 2009

De fantasía, locura y realidad


Ofelia, una niña sensible y de unos ojos negros tristemente bellos -o bellamente tristes, o quizá insuficientemente felices mas no por eso sin brillo- es la protagonista infantil de El laberinto del fauno (2006), una producción hispano-mexicana realización del genio del director mexicano Guillermo del Toro (1964) y que procura demostrarnos que la imaginación tiene un poder que el mal no puede ni siquiera imaginar.

Acompañaré mis comentarios y apreciaciones sobre la mencionada película con los aportes teóricos del sociólogo austríaco Alfred Schutz que se leen en su obra Estudios sobre teoría social; más específicamente tales aportes los he extraído de uno de los capítulos que escribiera el autor analizando a Don Quijote de la Mancha respecto de los diversos órdenes de la realidad y la fuerza que cada uno de ellos llega a cobrar en determinadas momentos y bajo determinadas circunstancias de la vida.

El laberinto del fauno narra el obligado viaje que Ofelia y su madre Carmen deben realizar a un pequeño pueblo español al noroeste de la Madre Patria en el año 1944 en el que se encuentra destacado el capitán Vidal, un hombre cruelmente sádico, sádicamente cruel, y que pertenece a la Guardia Civil franquista. Vidal es el segundo esposo de Carmen a la espera en su imposible familia. El propósito por el que Vidal está allí es para terminar con los últimos vestigios de la resistencia republicana y que permanece a buen recaudo escondida en los montes agrestes de la zona, y para acometer tal misión no le temblará la mano. Es el juez, jurado y verdugo implacable por excelencia, y su sangre fría y pocos remordimientos le ayudan a cumplir el encargo que le ha sido dado.

El centro de operaciones que emplea es un antiguo molino que se encuentra en la periferia del pueblo y en el que al finalizar todos los días lo espera su "fiel" empleada Mercedes, que esconde su identidad de hermana de uno de los promotores de la resistencia republicana en el lugar y al cual proporciona los alimentos y medicinas necesarias visto el inevitable acceso a los mismos que les ha impuesto Vidal. También se suma la presencia del doctor Ferreiro que cuida el delicado estado de salud de Carmen, quien no debió viajar a la zona, sólo que lamentablemente se vio obligada a ello por la obstinación de su nuevo marido, que si se toma algún cuidado por ella es únicamente por el hijo varón que ésta espera y que le permitirá la continuación de su bravo apellido.

Ofelia, por su parte, ha acompañado a su madre viéndola en el difícil estado de espera en el que se encuentra. No siente ningún afecto por Vidal, que nunca hizo ni el más mínimo esfuerzo por ser padre que perdió la niña, como tampoco por ser al menos un buen amigo suyo casado con su progenitora. Ella tiene una increíble predisposición a reconocer las señales de la naturaleza y los fabulosos secretos que alberga, solamente posibles de ser detectados por espíritus sensibles como el de Ofelia, que dejándose llevar por tal sensibilidad llegará a encontrar un laberinto abandonado en el bosque, y a hallar en él a un fauno que desde ese instante cambiará su vida con una sorprendente revelación: ella no es quien cree ser; en realidad es una princesa que está siendo esperada por su pueblo, un pueblo mágico, y para hallar el camino a casa habrá de superar 03 pruebas, que de ganarlas dejarán claro su linaje y realeza mágica. La aventura de la película inicia propiamente en este punto, cuando la pobre de Ofelia se ve comprometida a acomenter y superar tales desafíos en medio de una intromisión constante de los problemas del mundo exterior, del mundo "real", y que en más de un momento la pondrán en apuros.

La maravillosa aventura que vive Ofelia no sólo es mágica en el sentido lato de la palabra, tal y como la conocemos y denominamos desde la perspectiva del sentido común. La aventura de Ofelia es real, pero al decir esto siembro la duda de cómo ser real una aventura en la que participan personajes ficticios, que no son "reales" y que jamás se encontrarán en el "mundo".

William James en su libro Principios de psicología expone la existencia de diversos órdenes de realidad dado que es posible pensar de manera diferente las cosas que nos rodean. ¿Qué significa todo esto?

Los hombres comunes y silvestres -que en realidad somos todos hasta antes de estudiar una disciplina como la sociología- aceptamos como realidad absoluta a los objetos que en el vida diaria se presentan sin contradicción y que no alteran ni remecen nuestros basamentos cognitivos y de interpretación y asimilación de la "realidad". Las proposiciones que formulamos y que se nos formulan las creemos todas a menos que choquen con otras proposiciones creídas al mismo tiempo y que se afirman en términos iguales a los de las primeras que se enuncian.

Los seres humanos estamos en plena capacidad de elegir el modo de pensamiento que queremos adoptar; las gafas con las cuales leer la realidad, el mundo que nos rodea. Ya desde este momento es justo decir, como bien anota Schutz, que el origen y fuente de toda realidad es subjetivo. Los universos alternos a la "soberana realidad por excelencia que significa la vida cotidiana" -como también lo anotan Peter Berger y Thomas Luckman en su igualmente sorprendente obra titulada La construcción social de la realidad, de ostensible aporte a la sociología del conocimiento- tienen una coexistencia con la misma, si bien no muy armoniosa, por lo menos co-existencia al fin y al cabo, aunque eso sí, muy desdeñada y a la que se le acusa de espuria, de locura o simplemente de fantasía. De ser una entidad no-real, que no tiene oportunidad de "ser" en el "mundo real" pero que en tanto sea inofensiva es permisible mas solamente hasta ciertos límites.

Así, esos universos alternos, esas realidades alternas o subuniversos, si también se les quiere llamar así, los reconocemos en el mundo de los sentidos o de las cosas físicas, el mundo de la ciencia, el mundo de las relaciones ideales, el mundo de las cosas sobrenaturales, el mundo de la locura y la excentricidad, etc. Lo que debe quedar claro de modo que a estas otras esferas de realidad se las pueda validar efectivamente como realidades es que son tales en tanto el individuo atiende a ellas con su mente e influyen poderosamente en el decurso de su vida ordinaria. En tal sentido es que son reales. El mal llamado mundo mágico de Ofelia, entonces, no es menos "real" ni "verdadero" que el mundo que experimentamos en la vida cotidiana cuando vamos a la municipalidad a pagar nustros arbitrios, o cuando vamos a la bodega a comprar una gaseosa, o cuando estamos en el centro de trabajo o de estudio y nos ocurre cualquier eventualidad. Como nos alcanza Schutz, si aquello que vivencia el individuo y le demanda tiempo y esfuerzo en su atención, y le consigue repercutir es en efecto real, aunque por ejemplo, un fauno como el que le lanza los desafíos a Ofelia no vayamos a encontrar a la vuelta de la esquina, como tampoco podamos encontrar los molinos de viento a los que se enfrentara Don Quijote pensándolos caballeros en aras de demostrar su hidalguía, o el eco que repite lo que Lucia di Lammermoor canta en su desesperación, tras haber matado a su esposo, todavía la alterándola más, y que jamás escucharemos.

La existencia de realidades múltiples es el problema en toda esta cuestión. Universos o subuniversos que son incompatibles con la "realidad inminente de la vida cotidiana" y que no hacen otra cosa que hablar elocuentemente de la posibilidad que tenemos de experimentar la realidad, cualquiera que esta sea y de la manera que sea. Por ejemplo, se le acusa al loco de estar fuera de este mundo, o simplemente de ya no tener conexión con nada ni con nadie. Se le observa con lástima en tanto que éste habla, murmura, grita en aparente soledad. Pero el poder de su mente lo ha transportado a otro escenario igualmente real en el que vive y/o lucha una batalla personal contra sus particulares dioses y demonios, y que le pueden dar sosiego -que se exterioriza en la aparente quietud y estado estático que pueda mostrar el loco- como también en el estado de alteración, perturbación que le pueda estar asaltabdo al estar en contrapunto con esos fantasmas que rondan su mente y que le constriñen a optar por ciertas decisiones, válidas en su parente locura, pero reprobadas por los mortales orondos de encontrarse en un mundo de a de veras.

Y es que así como hay multiplicidad de realidades hay multiplicidad de formas de locura. Que uno crea que no está loco es en verdad otra forma de locura, como me lo recuerdan las simpáticas palabras de Blaise Pascal citado por Zygmunt Bauman en La sociedad individualizada. En conclusión, no estamos locos, pero sanos, lo que se dice sanos, tampoco. Decir lo contrario es delatar locura, y comulgar con esta afirmación no lo es menos.