miércoles, 6 de febrero de 2013

Nuevas tendencias de la teoría sociológica - Problemas más visibles de la sociología contemporánea


Los padres de la Sociología: 
Weber, Marx y Durkheim


Premisa.-
Si podemos hablar de nuevas tendencias de la teoría sociológica ya podemos constatar de hecho la vitalidad de la misma como cuerpo de conocimientos que con el paso de los años, de las diferentes transformaciones del mundo y superando el juicio de la historia ha renovado su compromiso por ofrecer un entendimiento más profundo del hombre, de su quehacer, del entorno que le rodea y en el que se desenvuelve.
Independientemente de los debates que se puedan producir al interior de la disciplina sociológica, algunos de ellos más encarnizados que otros, encontramos una ciencia que se fortalece con la actividad intelectual y académica de muchos de sus teóricos, quienes por la riqueza de las interpretaciones que ofrecen, bien pueden ser considerados pensadores, tributarios de una cultura humanística que -como su mismo nombre lo dice- siempre ha tenido y seguirá teniendo al hombre como centro de su quehacer. He aquí la cualidad imprescriptible que hace de la disciplina sociológica una de las tantas hijas de la Modernidad.

Nuevas tendencias de la teoría sociológica.-
Ofrecer una evaluación de las nuevas tendencias y perspectivas de la teoría sociológica constituye una empresa ingente. La diversidad de tendencias, orientadas por el surgimiento de la necesidad de entender de manera más acabada al hombre y su actividad social, de llegar a aquellos aspectos de su dinámica poco o nada explorados, ha hecho que desde diferentes espacios académicos (principalmente desde Europa y Estados Unidos) se comiencen nuevos estudios, aportando para la disciplina sociológica novedosas especialidades antes dejadas de lado.
A continuación se abordará algunos de los nuevos intereses de estudio que se han ido presentando al interior de la actividad académica sociológica que bien pueden ser considerados como nuevas tendencias de su labor científica.

a)      La identificación de saberes alternativos.
No es nuevo afirmar que, siendo la Sociología una ciencia que nació en Europa, el curso de la producción de su cuerpo de conocimientos haya estado marcado por una impronta etnocentrista de la cual difícilmente ha podido liberarse. Por la misma, se colige que el análisis de la dinámica del hombre -de su contexto espacio-temporal y de los procesos histórico-sociales por los que ha pasado- se ha tenido en cuenta desde una cómoda ubicación occidental. Es cierto que la riqueza de los estudios emprendidos, primero por los padres de la teoría sociológica y después por una retahíla de tributarios provenientes de países como Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Estados Unidos ha alcanzado tal magnitud y legitimidad irrefutable como cuerpo explicativo-comprensivo, que su aplicación a otras realidades, “periféricas” se ha dado casi de manera antojadiza aunque efectiva. Ciertamente, ha brindado un marco científico acabado con el cual se ha trabajado el estudio de la vida social sin oponer mayores cuestionamientos.
 De aquellos puntos geográficos más allá de los confines de los países arriba mencionados, de esas periferias es que precisamente ha surgido un nuevo interés por re-valorar los saberes alternativos al de tipo etnocentrista, esos que provienen de las culturas ancestrales y milenarias que precedieron cualquier tipo de proceso de colonización pensado y emprendido desde las Europas, igualmente dotados de criterios de rigor válidos en sus propios contextos y en sus propias prácticas sociales, tenidas por menores a ojos del invasor y su razón occidental.
La tendencia en este sentido versaría en considerar legítimo, per sé,  estos saberes existentes hasta el día de hoy y que han sobrevivido a los embates de la implantación de una maquinaria cultural occidental que el gran número de veces se impuso a la fuerza, costando la vida de hombres y mujeres con una lectura “diferente” del mundo. Esta lectura “diferente" ya bastaría para que tales saberes puedan entrar a los debates epistemológicos y científicos, venciendo el mito de ser simplemente meros cuerpos de mitos incapaces de entrar en diálogo con la razón occidental.

b)      Las temporalidades alternativas.
La concepción del tiempo lineal propio del pensamiento moderno occidental es una de tantas formas de concebir el tiempo y cómo en base al mismo se ha dado la organización de la actividad del hombre en sociedad, sin perder de vista su identificación con la misma.
Aquellas culturas ancestrales y milenarias ya concebían la organización del mundo desde un marco temporal diverso, único y ligado con la existencia de instancias divinas que distribuían el curso del tiempo de manera circular, por ejemplo, donde siempre había una vuelta al inicio que se dejó al partir, entendida como una oportunidad de volver a comenzar así como la ocasión para actualizar un estado de las cosas que habría de ser eterno de modo sempiterno.
Emprender estudios sociológicos volcados a comprender la organización temporal de aquellas culturas ancestrales conllevará a establecer una comprensión del poder y su estructuración social, la misma que se hallaba intrínsecamente vinculada al decurso del tiempo. Abordando la configuración del poder es que se llega a las relaciones de dominación y a los esfuerzos y mecanismos desplegados por los débiles o menos afortunados en su lucha por igualdad de oportunidades y equitativa redistribución de los recursos existentes.
La importancia de la consideración de la temporalidad versa en brindar la oportunidad de desanclar los saberes ancestrales de un pseudo-primitivismo en el que se encontraban inmersos, al ser presuntamente diacrónicos con la temporalidad exportada por la modernidad occidental y por lo tanto, mal tachados de carecer de un auténtico marco explicativo-comprensivo de la dinámica del hombre.

c)      Reconocimiento de la igualdad y de la diferencia.
Hablar del reconocimiento de la igualdad y de la diferencia de las personas trae aparejado el concepto de la clasificación social. La igualdad y la diferencia, a su debido tiempo, podrán acarrear la adscripción de las personas a un estado de respeto de sus facultades y prerrogativas así como su legítima oportunidad de oponer reclamación y restitución por un cuerpo de derechos vulnerados, de ser el caso.
Sin embargo, en la diferencia está una de las principales armas de discriminación y segregación social, al endilgar de manera antojadiza características “diferentes”, no “normales” a quienes no se les puede identificar de manera directa e irrefutable dentro de un determinado statu quo de las cosas y de las prácticas sociales.
Descalificando las prácticas sociales “alternativas” de aquellos que deliberadamente se llama “diferentes” se asiste a una descalificación de la persona. Los nuevos estudios sociológicos orientados en este sentido se encaminarían a desentrañar en qué medida la identificación de estas diferencias aporta a la configuración de una jerarquía, donde unos son los legítimamente llamados a gozar del establecimiento y la dación de facultades y oportunidades en contraposición de otros, que por su presunta “no normalidad” son constantemente interpelados como sujetos de derecho.
La igualdad y diferencia como conceptos de reconocimiento han sido algunas de las armas más manipuladas -si no las únicamente manipuladas por excelencia- con las que, de la manera más fanática, aquella modernidad occidental se impuso en los espacios periféricos. Los conquistadores españoles sometieron a los nativos de nuestras tierras materializando este proceso a través de estrategias de sometimiento  que se pretendieron justificar por una “no igualdad” identificada entre los primeros en relación de los segundos. Del mismo modo, las grandes persecuciones religiosas que ha visto el mundo desde que es tal han estado alentadas por la reclamación de una igualdad de credo tenido como verdadero y bueno, ello en detrimento de otros credos “diferentes” y por lo tanto apóstatas.

d)     Otras formas de productividad.   
Otra tendencia de los actuales estudios sociológicos consistiría en recuperar y valorar los sistemas alternativos de producción (organizaciones económicas populares, cooperativas obreras, economía solidaria)  que el dogma productivista capitalista ha denostado, restándole credibilidad y negándole cualquier posibilidad de configurarse como un paradigma de desarrollo y crecimiento económico. De este modo, tales alternativas de producción se han mantenido relegadas y subordinadas a la lógica capitalista, confirmada por el proceso de globalización.
Concentrar esfuerzos de análisis y estudio de estas formas alternativas de producción significa entender cómo se piensan las relaciones de valorización, intercambio, negociación y crecimiento económico para aquellos mundos periféricos con prácticas sociales diversas y múltiples.
Asintiendo con el parecer y apreciaciones del sociólogo Boaventura de Sousa Santos, de quien se han tomado los aportes, considerar todos estos aspectos como cuestiones de interés para la forja de nuevas especialidades de la disciplina sociológica comporta sacar de un largo estado de silenciamiento, supresión y marginalización a aquellas realidades que suman a una versión más amplia de la realidad, la que supera los parámetros pensados por la modernidad occidental, donde las mismas tienen actividad y existencia propias.

Problemas de la Sociología contemporánea.-
Al comenzar este acápite se habló de la vitalidad -y por qué no decirlo, actualidad- de la disciplina sociológica merced de la pluralidad de perspectivas teóricas y de especializaciones que constantemente se forjan al interior de ésta. Dicha multiplicidad de enfoques teóricos es la garantía mejor que mantiene a la Sociología a salvo del dogma o de devenir en un cuerpo de saberes estáticos y poco o nada acordes con la evolución del hombre y su vida social.
Gracias a esa multiplicidad es que se llevan a cabo las más ambiciosas investigaciones, todas ellas apuntando a brindar mayores aportes al entendimiento de la cuestión social, de su particularidad según el marco geográfico que la alberga y de su singularidad reafirmada a través de la historia y su juicio. Así, antes que ver estos problemas de la teoría sociológica como tales, veámoslos como la invitación a investigar y la oportunidad de agotar recursos y medios que nos permitan dar mayores luces que sumen a un cuerpo de conocimientos todavía más rico y funcional al interés del hombre por dominar la naturaleza.

a)      El problema de la acción humana y la estructura social.
Los esfuerzos por resolver este problema apuntan a ver en qué medida los individuos crean y re-crean las innumerables condiciones de sus vidas, qué tan amplios son sus márgenes de su dinámica y si, por su creatividad e ingenio, son capaces de ir más allá de la fuerza de las estructuras sociales reposadas en sus instituciones, en sus prácticas legitimadas por la repetición y la historia.
La idea acá es dar luces sobre cuán libre es el hombre, o si vive apresado en una jaula de oro que le engaña y le hace creer que él es el amo y señor de sus acciones, dándole a vivir una de las más espléndidas ilusiones. El individuo es un producto inacabado del resultado de numerosas fuerzas sociales que le van configurando a través de los años, modificando sus pautas conductuales y actitudinales de acuerdo a unas disposiciones de poder que piensan y establecen las mismas como las más funcionales a su perpetuación por parte de unos dominadores, que a su vez fijan la maquinaria del consenso social. Con ella presuntamente quedaría anulada cualquier iniciativa de réplica y replanteamiento del orden social.
Si bien es cierto que tales estructuras sociales no cayeron del cielo, sino que son producto del hacer del individuo, éstas una vez establecidas difícilmente posibilitan una ocasión de replanteamiento que las lleve a ser modificadas o sustituidas por nuevas reglas de juego, más aún si se ha caído en la cuenta que tales reglas de juego son útiles, productivas y coherentes con la preservación de un estado de bienestar idealmente generalizado y que ha conseguido respaldo a través de los años.
En resumidas cuentas, el mismo hombre construye su prisión cultural, a la cual se adecúa, luego ésta le ofrece todo cuanto tiene a su disposición y -según los vientos que soplen- deja de satisfacer al individuo, al no poder cubrir (inicialmente) sus nuevas necesidades. En ese momento es que se puede hablar de un replanteamiento de las estructuras y sus instituciones, aunque el inicio de la discusión no inexorablemente augura el surgimiento de un nuevo paradigma.

b)      El consenso y el conflicto.
Hablar de consenso y de conflicto como base de la génesis y desenvolvimiento de la vida social es parte de uno de los dilemas más antiguos de la teoría sociológica y que, sin embargo, cobra cada vez mayor actualidad gracias a unos procesos globalizadores que cuestionan un estado de armonía entre las personas, precisamente porque des-vela situaciones de dominación y de inequitativa distribución de los recursos y de su acceso a los mismos.
La  vida social como tal entraña la contradicción de un crecimiento y desarrollo que al parecer es posible gracias a los enfrentamientos de diversos grupos de interés, de cuyas luchas a las finales queda la lección de fijar buenas prácticas que posibiliten un contexto armónico de desenvolvimiento de la vida en salvaguarda de la continuidad de la misma y de todo lo humanamente creado.
Caer en cualquiera de las dos posiciones sin ofrecer un análisis a profundidad es asumir una actitud ingenua frente a la pluralidad de la dinámica social y su complejidad. Verlo todo como armonía, donde se pueda decir que gracias a un consenso absoluto de las cosas es que marchan las sociedades representa la más cándida de las afirmaciones así como la menos histórica.
Igualmente, pensar que todo es conflicto y una lucha eterna de intereses que jamás encuentran un punto medio de recíproca satisfacción es deslizar la posibilidad de que la causante del presunto no progreso de la sociedad es la vida social misma, de donde se colige que la opción alternativa es la vida fuera de la sociedad. Sin embargo, parcialmente gracias a ambas es que las sociedades, el hombre mismo, han conseguido avanzar y de cuyas luchas se ha arribado a un consenso merced del cual se puede hablar de un progreso de la vida social por medio de la exposición y planteamiento de ideas (e intereses) que han visto superadas las divisiones, tensiones y luchas.

c)      El género
Si hay algo que caracteriza a los saberes de la modernidad occidental, no solamente por su factura etnocentrista es el hecho de que han sido pensados por hombres y mirando a un objeto de estudio la mayoría de las veces asexual. No se ha considerado el rol de la mujer con la debida atención y siguiendo el curso de su evolución e intervención en esa empresa que significa transformar la naturaleza e intervenir en la sociedad.
Atender la resolución de este problema conlleva sentarse a pensar cómo es que las mujeres asimilan y re-producen los diversos procesos sociales en comparación del hombre. Es enfocarse en la existencia de susceptibilidades y de configuraciones históricas de la personalidad definitivamente diferentes entre sí. Y en la  medida de su diferencia es que posibilitan márgenes de acción e innovación que no pueden escapar del estudio sociológico.
Este aspecto podría ser llevado más allá, hacia el estudio de aquellos individuos que no nacen mujeres pero que se someten a la acción de mecanismos culturales de configuración de la feminidad que, efectivamente, les permiten devenir mujeres “culturales”, si no biológicas.
Acá media sobremanera el concepto de identidad de género, el cual ofrece los insumos explicativos necesarios para entender que el mismo, como categoría social, se construye de acuerdo a las imposiciones de la cultura y del medio, dejando muy poco margen para replicar este proceso y optar por otras alternativas.