Los padres de la Sociología:
Weber, Marx y Durkheim
Premisa.-
Si podemos hablar de nuevas tendencias de la teoría
sociológica ya podemos constatar de hecho la vitalidad de la misma como cuerpo
de conocimientos que con el paso de los años, de las diferentes
transformaciones del mundo y superando el juicio de la historia ha renovado su
compromiso por ofrecer un entendimiento más profundo del hombre, de su quehacer,
del entorno que le rodea y en el que se desenvuelve.
Independientemente de los debates que se puedan
producir al interior de la disciplina sociológica, algunos de ellos más
encarnizados que otros, encontramos una ciencia que se fortalece con la
actividad intelectual y académica de muchos de sus teóricos, quienes por la
riqueza de las interpretaciones que ofrecen, bien pueden ser considerados
pensadores, tributarios de una cultura humanística que -como su mismo nombre lo
dice- siempre ha tenido y seguirá teniendo al hombre como centro de su
quehacer. He aquí la cualidad imprescriptible que hace de la disciplina
sociológica una de las tantas hijas de la Modernidad.
Nuevas tendencias de la
teoría sociológica.-
Ofrecer una evaluación de las nuevas tendencias y
perspectivas de la teoría sociológica constituye una empresa ingente. La
diversidad de tendencias, orientadas por el surgimiento de la necesidad de
entender de manera más acabada al hombre y su actividad social, de llegar a
aquellos aspectos de su dinámica poco o nada explorados, ha hecho que desde
diferentes espacios académicos (principalmente desde Europa y Estados Unidos)
se comiencen nuevos estudios, aportando para la disciplina sociológica
novedosas especialidades antes dejadas de lado.
A continuación se abordará algunos de los nuevos
intereses de estudio que se han ido presentando al interior de la actividad
académica sociológica que bien pueden ser considerados como nuevas tendencias
de su labor científica.
a) La
identificación de saberes alternativos.
No
es nuevo afirmar que, siendo la Sociología una ciencia que nació en Europa, el
curso de la producción de su cuerpo de conocimientos haya estado marcado por
una impronta etnocentrista de la cual difícilmente ha podido liberarse. Por la
misma, se colige que el análisis de la dinámica del hombre -de su contexto
espacio-temporal y de los procesos histórico-sociales por los que ha pasado- se
ha tenido en cuenta desde una cómoda ubicación occidental. Es cierto que la
riqueza de los estudios emprendidos, primero por los padres de la teoría
sociológica y después por una retahíla de tributarios provenientes de países
como Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Estados Unidos ha alcanzado tal
magnitud y legitimidad irrefutable como cuerpo explicativo-comprensivo, que su
aplicación a otras realidades, “periféricas” se ha dado casi de manera
antojadiza aunque efectiva. Ciertamente, ha brindado un marco científico
acabado con el cual se ha trabajado el estudio de la vida social sin oponer mayores
cuestionamientos.
De aquellos
puntos geográficos más allá de los confines de los países arriba mencionados,
de esas periferias es que precisamente ha surgido un nuevo interés por
re-valorar los saberes alternativos al de tipo etnocentrista, esos que provienen
de las culturas ancestrales y milenarias que precedieron cualquier tipo de
proceso de colonización pensado y emprendido desde las Europas, igualmente
dotados de criterios de rigor válidos en sus propios contextos y en sus propias
prácticas sociales, tenidas por menores a ojos del invasor y su razón
occidental.
La tendencia en este sentido versaría en considerar
legítimo, per sé, estos saberes existentes hasta el día de hoy y
que han sobrevivido a los embates de la implantación de una maquinaria cultural
occidental que el gran número de veces se impuso a la fuerza, costando la vida
de hombres y mujeres con una lectura “diferente” del mundo. Esta lectura
“diferente" ya bastaría para que tales saberes puedan entrar a los debates
epistemológicos y científicos, venciendo el mito de ser simplemente meros
cuerpos de mitos incapaces de entrar en diálogo con la razón occidental.
b) Las
temporalidades alternativas.
La
concepción del tiempo lineal propio del pensamiento moderno occidental es una
de tantas formas de concebir el tiempo y cómo en base al mismo se ha dado la
organización de la actividad del hombre en sociedad, sin perder de vista su
identificación con la misma.
Aquellas culturas ancestrales y milenarias ya
concebían la organización del mundo desde un marco temporal diverso, único y
ligado con la existencia de instancias divinas que distribuían el curso del
tiempo de manera circular, por ejemplo, donde siempre había una vuelta al
inicio que se dejó al partir, entendida como una oportunidad de volver a comenzar
así como la ocasión para actualizar un estado de las cosas que habría de ser
eterno de modo sempiterno.
Emprender estudios sociológicos volcados a
comprender la organización temporal de aquellas culturas ancestrales conllevará
a establecer una comprensión del poder y su estructuración social, la misma que
se hallaba intrínsecamente vinculada al decurso del tiempo. Abordando la
configuración del poder es que se llega a las relaciones de dominación y a los
esfuerzos y mecanismos desplegados por los débiles o menos afortunados en su
lucha por igualdad de oportunidades y equitativa redistribución de los recursos
existentes.
La importancia de la consideración de la
temporalidad versa en brindar la oportunidad de desanclar los saberes
ancestrales de un pseudo-primitivismo en el que se encontraban inmersos, al ser
presuntamente diacrónicos con la temporalidad exportada por la modernidad
occidental y por lo tanto, mal tachados de carecer de un auténtico marco
explicativo-comprensivo de la dinámica del hombre.
c) Reconocimiento
de la igualdad y de la diferencia.
Hablar
del reconocimiento de la igualdad y de la diferencia de las personas trae
aparejado el concepto de la clasificación social. La igualdad y la diferencia,
a su debido tiempo, podrán acarrear la adscripción de las personas a un estado
de respeto de sus facultades y prerrogativas así como su legítima oportunidad
de oponer reclamación y restitución por un cuerpo de derechos vulnerados, de
ser el caso.
Sin embargo, en la diferencia está una de las
principales armas de discriminación y segregación social, al endilgar de manera
antojadiza características “diferentes”, no “normales” a quienes no se les
puede identificar de manera directa e irrefutable dentro de un determinado
statu quo de las cosas y de las prácticas sociales.
Descalificando las prácticas sociales “alternativas”
de aquellos que deliberadamente se llama “diferentes” se asiste a una
descalificación de la persona. Los nuevos estudios sociológicos orientados en
este sentido se encaminarían a desentrañar en qué medida la identificación de
estas diferencias aporta a la configuración de una jerarquía, donde unos son
los legítimamente llamados a gozar del establecimiento y la dación de
facultades y oportunidades en contraposición de otros, que por su presunta “no
normalidad” son constantemente interpelados como sujetos de derecho.
La igualdad y diferencia como conceptos de
reconocimiento han sido algunas de las armas más manipuladas -si no las
únicamente manipuladas por excelencia- con las que, de la manera más fanática,
aquella modernidad occidental se impuso en los espacios periféricos. Los
conquistadores españoles sometieron a los nativos de nuestras tierras
materializando este proceso a través de estrategias de sometimiento que se pretendieron justificar por una “no
igualdad” identificada entre los primeros en relación de los segundos. Del
mismo modo, las grandes persecuciones religiosas que ha visto el mundo desde
que es tal han estado alentadas por la reclamación de una igualdad de credo
tenido como verdadero y bueno, ello en detrimento de otros credos “diferentes”
y por lo tanto apóstatas.
d) Otras
formas de productividad.
Otra
tendencia de los actuales estudios sociológicos consistiría en recuperar y
valorar los sistemas alternativos de producción (organizaciones económicas
populares, cooperativas obreras, economía solidaria) que el dogma productivista capitalista ha
denostado, restándole credibilidad y negándole cualquier posibilidad de
configurarse como un paradigma de desarrollo y crecimiento económico. De este
modo, tales alternativas de producción se han mantenido relegadas y
subordinadas a la lógica capitalista, confirmada por el proceso de
globalización.
Concentrar esfuerzos de análisis y estudio de estas
formas alternativas de producción significa entender cómo se piensan las
relaciones de valorización, intercambio, negociación y crecimiento económico
para aquellos mundos periféricos con prácticas sociales diversas y múltiples.
Asintiendo con el parecer y apreciaciones del
sociólogo Boaventura de Sousa Santos, de quien se han tomado los aportes,
considerar todos estos aspectos como cuestiones de interés para la forja de
nuevas especialidades de la disciplina sociológica comporta sacar de un largo
estado de silenciamiento, supresión y marginalización a aquellas realidades que
suman a una versión más amplia de la realidad, la que supera los parámetros
pensados por la modernidad occidental, donde las mismas tienen actividad y
existencia propias.
Problemas de la
Sociología contemporánea.-
Al comenzar este acápite se habló de la vitalidad -y
por qué no decirlo, actualidad- de la disciplina sociológica merced de la
pluralidad de perspectivas teóricas y de especializaciones que constantemente
se forjan al interior de ésta. Dicha multiplicidad de enfoques teóricos es la
garantía mejor que mantiene a la Sociología a salvo del dogma o de devenir en
un cuerpo de saberes estáticos y poco o nada acordes con la evolución del
hombre y su vida social.
Gracias a esa multiplicidad es que se llevan a cabo
las más ambiciosas investigaciones, todas ellas apuntando a brindar mayores
aportes al entendimiento de la cuestión social, de su particularidad según el
marco geográfico que la alberga y de su singularidad reafirmada a través de la
historia y su juicio. Así, antes que ver estos problemas de la teoría
sociológica como tales, veámoslos como la invitación a investigar y la
oportunidad de agotar recursos y medios que nos permitan dar mayores luces que
sumen a un cuerpo de conocimientos todavía más rico y funcional al interés del
hombre por dominar la naturaleza.
a) El
problema de la acción humana y la estructura social.
Los
esfuerzos por resolver este problema apuntan a ver en qué medida los individuos
crean y re-crean las innumerables condiciones de sus vidas, qué tan amplios son
sus márgenes de su dinámica y si, por su creatividad e ingenio, son capaces de
ir más allá de la fuerza de las estructuras sociales reposadas en sus
instituciones, en sus prácticas legitimadas por la repetición y la historia.
La idea acá es dar luces sobre cuán
libre es el hombre, o si vive apresado en una jaula de oro que le engaña y le
hace creer que él es el amo y señor de sus acciones, dándole a vivir una de las
más espléndidas ilusiones. El individuo es un producto inacabado del resultado de
numerosas fuerzas sociales que le van configurando a través de los años,
modificando sus pautas conductuales y actitudinales de acuerdo a unas
disposiciones de poder que piensan y establecen las mismas como las más
funcionales a su perpetuación por parte de unos dominadores, que a su vez fijan
la maquinaria del consenso social. Con ella presuntamente quedaría anulada
cualquier iniciativa de réplica y replanteamiento del orden social.
Si bien es cierto que tales
estructuras sociales no cayeron del cielo, sino que son producto del hacer del
individuo, éstas una vez establecidas difícilmente posibilitan una ocasión de
replanteamiento que las lleve a ser modificadas o sustituidas por nuevas reglas
de juego, más aún si se ha caído en la cuenta que tales reglas de juego son
útiles, productivas y coherentes con la preservación de un estado de bienestar
idealmente generalizado y que ha conseguido respaldo a través de los años.
En resumidas cuentas, el mismo
hombre construye su prisión cultural, a la cual se adecúa, luego ésta le ofrece
todo cuanto tiene a su disposición y -según los vientos que soplen- deja de
satisfacer al individuo, al no poder cubrir (inicialmente) sus nuevas
necesidades. En ese momento es que se puede hablar de un replanteamiento de las
estructuras y sus instituciones, aunque el inicio de la discusión no
inexorablemente augura el surgimiento de un nuevo paradigma.
b) El
consenso y el conflicto.
Hablar
de consenso y de conflicto como base de la génesis y desenvolvimiento de la
vida social es parte de uno de los dilemas más antiguos de la teoría
sociológica y que, sin embargo, cobra cada vez mayor actualidad gracias a unos
procesos globalizadores que cuestionan un estado de armonía entre las personas,
precisamente porque des-vela situaciones de dominación y de inequitativa
distribución de los recursos y de su acceso a los mismos.
La
vida social como tal entraña la contradicción de un crecimiento y
desarrollo que al parecer es posible gracias a los enfrentamientos de diversos
grupos de interés, de cuyas luchas a las finales queda la lección de fijar
buenas prácticas que posibiliten un contexto armónico de desenvolvimiento de la
vida en salvaguarda de la continuidad de la misma y de todo lo humanamente
creado.
Caer en cualquiera de las dos
posiciones sin ofrecer un análisis a profundidad es asumir una actitud ingenua
frente a la pluralidad de la dinámica social y su complejidad. Verlo todo como
armonía, donde se pueda decir que gracias a un consenso absoluto de las cosas
es que marchan las sociedades representa la más cándida de las afirmaciones así
como la menos histórica.
Igualmente, pensar que todo es
conflicto y una lucha eterna de intereses que jamás encuentran un punto medio
de recíproca satisfacción es deslizar la posibilidad de que la causante del presunto
no progreso de la sociedad es la vida social misma, de donde se colige que la
opción alternativa es la vida fuera de la sociedad. Sin embargo, parcialmente
gracias a ambas es que las sociedades, el hombre mismo, han conseguido avanzar
y de cuyas luchas se ha arribado a un consenso merced del cual se puede hablar
de un progreso de la vida social por medio de la exposición y planteamiento de
ideas (e intereses) que han visto superadas las divisiones, tensiones y luchas.
c) El
género.
Si
hay algo que caracteriza a los saberes de la modernidad occidental, no
solamente por su factura etnocentrista es el hecho de que han sido pensados por
hombres y mirando a un objeto de estudio la mayoría de las veces asexual. No se
ha considerado el rol de la mujer con la debida atención y siguiendo el curso
de su evolución e intervención en esa empresa que significa transformar la
naturaleza e intervenir en la sociedad.
Atender la resolución de este
problema conlleva sentarse a pensar cómo es que las mujeres asimilan y re-producen
los diversos procesos sociales en comparación del hombre. Es enfocarse en la
existencia de susceptibilidades y de configuraciones históricas de la
personalidad definitivamente diferentes entre sí. Y en la medida de su diferencia es que posibilitan
márgenes de acción e innovación que no pueden escapar del estudio sociológico.
Este aspecto podría ser llevado más
allá, hacia el estudio de aquellos individuos que no nacen mujeres pero que se
someten a la acción de mecanismos culturales de configuración de la feminidad
que, efectivamente, les permiten devenir mujeres “culturales”, si no
biológicas.
Acá media sobremanera el concepto de identidad de género, el cual ofrece los insumos explicativos necesarios para entender que el mismo, como categoría social, se construye de acuerdo a las imposiciones de la cultura y del medio, dejando muy poco margen para replicar este proceso y optar por otras alternativas.