El 31 de octubre no es un día cualquiera en el Perú, o al menos en Lima que
es donde yo vivo. A la importada celebración de Halloween (que valgan verdades
cada vez da menos miedo y al contrario causa más hilaridad) la patriotería
peruana opone con gran fervor la celebración del día de la Canción Criolla. A
ello necesaria y tristemente hay que agregar que el peruano promedio -y que
alrededor de no una sino dos o tres o hasta una caja de cerveza puesta lo mismo
puede celebrar el día de la Canción Criolla que Fiestas Patrias, por decir-
conoce poco o casi nada de tan rico bagaje musical.
En efecto, cuando se le habla de la Canción Criolla la primera imagen que
le viene a la mente es la de la compositora Chabuca Granda, y la piensa como
artista fundacional de este género hoy por hoy en buena medida reivindicado
pero poco conocido y así escasamente apreciado en toda su riqueza y vastedad de
notas.
Ahora, cuando se piensa en Chabuca Granda tampoco se crea que se viene a la
mente todo su repertorio melódico, todas sus canciones del ayer que vienen a nuestro hoy. Generalmente se piensa en La flor de la canela, un
casi segundo himno nacional para los peruanos y que ciertamente ha dado la
vuelta al mundo. La flor de la canela es para el Perú lo que
el Alma llanera para Venezuela o Granada para
España.
Y no se ha hecho mal puesto que no solamente esta canción sino todas
las que componen el acervo musical de esta compositora son dignas de mantener
un sitial privilegiado dentro del patrimonio inmaterial de la
humanidad. Más allá, sin embargo, de estos desconocimientos de base, es
plenamente legítimo querer lo propio en detrimento de lo foráneo, aunque no
deje de ser cierto que elecciones de este tipo a veces puedan cobrar ribetes
chauvinistas tan inelegantes como repulsivos.
Días atrás me preguntaban qué habría celebrado, si Halloween o el día de la
Canción Criolla. Yo decía que ninguno de los dos porque francamente no me
interesan. Me interesan menos ahora que mi mal llamada "vida social"
se está extinguiendo. Pero si hubiese tenido que escoger por una de estas dos
celebraciones, me habría inclinado por Halloween. Las cosas que uno puede
llegar a decir...
La música criolla, como ya lo dije líneas arriba, es attraente,
partiendo por considerar su historia, sus espacios y tiempos de producción para luego pasar a su factura musical, su línea melódica, su gran lirismo. Cuando
pienso en la música criolla y su notable belleza me es imposible pensarla con
otros compases, sugiriendo otras imágenes o lugares. Es entonces cuando
compruebo que ha sabido capturar algo que los huachafos llaman "esencia":
la esencia de lo que somos como peruanos (o al menos algunos peruanos) o lo que
podría ser lo mismo pero dicho de otra forma, la idiosincrasia de un
pueblo (otra palabra bastante manoseada). Sin embargo, son los textos de todas
estas canciones las que en algunas ocasiones no me convencen. Canciones que
generalmente expresan sentimientos de tristeza, de dolor, de pérdida.
Ya que
hablamos de Chabuca Granda, leamos un poco qué dicen algunas de sus más
emblemáticas canciones:
¡Qué hermoso que es mi chalán!
¡Cuán elegante y garboso!
Sujeta la fina rienda de seda,
que es blanca y roja.
¡Qué dulce gobierna el freno
con sólo cinta de seda,
al dar un quiebro gracioso
al criollo bere-bere!
José Antonio, José
Antonio,
¿Por qué me dejaste aquí?
Cuando te vuelva a encontrar
que sea junio y garúe.
Me acurrucaré a tu espalda,
bajo tu poncho de lino,
y en las cintas del sombrero,
quiero ver los Amancaes,
que recoja para ti,
cuando a la grupa me lleves
de ese tu sueño logrado,
de tu caballo de paso.
¡Aquel del paso peruano!
En este extracto de la célebre José Antonio (http://www.youtube.com/watch?v=RRaBe-hzhY0), la compositora canta a la gallarda
figura de José Antonio, desplegando nobles palabras a favor de su portentosa
estampa, pero a la vez expresa congoja por su necesaria partida, la misma
que parece alimentarse con el ansia del retorno del amado.
Como ésta -pero
con las tintas más cargadas- tenemos Pero regresa, inmortalizada
por Lucha Reyes:
Te estoy buscando porque mis
labios
extrañan tus besos de fuego.
Te estoy llamando y en mis palabras
tan tristes mi voz es un ruego.
Te estoy llamando y en mis palabras
tan tristes mi voz es un ruego.
Te necesito porque mi vida sin verte
no tiene sentido y van
y van por el mundo mis pasos perdidos,
buscando el camino de tu comprensión.
Apiádate de mí si tienes corazón,
escucha en sus latidos la voz de mi dolor.
Pero regresa para llenar el vacío
que dejaste al irte, regresa, regresa
aunque sea para despedirte,
no dejes que muera sin decirte adiós...
Pero regresa (http://www.youtube.com/watch?v=76gtXa3iEY0) es la más preclara manifestación de todo el dolor que
se puede experimentar por la ausencia del ser amado. La canción expresa de
manera acabada esa impresionante ligazón de dependencia que puede existir entre
la presencia de quien se ama y la posibilidad de mantener con vida a quien
tributa ese amor, una posibilidad que le otorga sentido a una existencia y le
da aliento para seguir.
Finalmente, una canción que no tiene corte amoroso pero que igualmente expresa sufrimiento. Hablo de Una carta al cielo (http://www.youtube.com/watch?v=JsLaq6Y921w), también conocida por la voz de Lucha Reyes:
La autoridad pregunta,
dime carita sucia
si es cierto lo que dice
y cesa de llorar.
El niño le responde,
es cierto mi sargento,
robé un ovillo de hilo
para así hacer llegar.
A mi blanca cometa
hacia el azul del cielo,
allá donde se ha ido
mi adorada mamá
No ve en ella una carta,
prendida a mi juguete,
perdóneme si en ella
yo quise preguntar.
¿Por qué mamita linda?
¿Por qué te fuiste lejos?
Dejándome tan solo
con mi pobre papá.
En esta canción el dolor que embarga es todavía mayor. Se trata de la pena que siente un niño por la muerte de su madre, una pena que sumergida en la inocencia lleva al menor a pensar que puede hacerle llegar a su madre su pedido de volver con ella. Es sobre todo este factor, el de la inocencia del niño, el que impacta más en quien se toma unos minutos para escuchar Carta al cielo.
Y así podría seguir nombrando otras canciones del acervo criollo igual de plañideras. Ante ello entonces preferiría unirme a una celebración plástica como la de Halloween que si bien poco aporta como valores ciertamente se cierne en el imaginario de las personas. Una celebración donde se puede ser un zombie o un vampiro o el hombre lobo, dependiendo del disfraz que se lleve puesto, y que por algunos instantes puede alejarnos de los problemas de la vida cotidiana, creando para nosotros una atmósfera de cuento, de narración extraordinaria donde podemos vivir emociones diferentes, al menos por una noche. Si en ello podemos encontrar algún alivio a los pesares diarios y transportarnos a mundos fantásticos entonces bienvenido Halloween.
1 comentario:
Estoy de acuerdo con la palabra que usas: Patriotería.
Por lo demás, es cuestión de algo que defiendo sin medida: los gustos personales. Hacer una contienda entre ambas celebraciones es árido. Cada quien con lo suyo.
Saludos
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