Si un día te dan ganas de llorar
llámame...
No prometo hacerte reír
mas puedo llorar contigo.
Si un día resuelves huir
no dudes en llamarme...
No prometo pedir que te detengas
mas puedo huir contigo.
Si un día te dan unas ganas locas de no escuchar a nadie
llámame...
Prometo quedarme junto a ti
en silencio.
Pero...
si un día me llamas y no respondo
ven corriendo a mi encuentro...
Tal vez yo necesite de ti...
El poema que arriba se lee, según tengo entendido, es de la autoría del poeta español Vicente Aleixandre (1898-1984), uno de los tantos genios de la literatura española que la Madre Patria viera nacer en su seno y de los cuales, a la postre, habría de enorgullecerse. Perteneciente a la famosa Generación del 27, aquella que celebrara por aquel entonces (1927) los trescientos años de la muerte de otro grande de la siempre brillante literatura española: Luis de Góngora y Argote (1561-1627), en vida se hizo merecedor, entre otros galardones, del Premio Nacional de Literatura de su país, recibido en 1977, así como del más alto galardón que la Real Academia de Suecia pueda conceder en esta misma especialidad: El Premio Nóbel de Literatura.
Su pasión por la poesía nacería hacia el año 1917, al conocer y hacerse amigo de Dámaso Alonso, Ruben Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, este último también galardonado con el Premio Nóbel de Literatura del año 1956, autor de aquel bello relato que intitulase Platero y yo, simplemente bello e inolvidable.
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Si un día te dan ganas de llorar... es, según mi forma de ver, un logrado poema que le canta a la amistad y su capacidad de sacrificio por la persona a la que se le llama amigo, amiga. Amigo, palabra derivada del latín amicus, es probablemente una derivación de la palabra amore, amar. A la amistad la definimos como una relación establecida entre dos o más personas en la que media un vínculo de respeto y afecto, y generalmente suele ser una de las relaciones más frecuentes y, por qué no decir común, que solemos tener. En el mejor de los casos, una de nuestras relaciones más duraderas.
No todos nuestros amigos lo están presentes en todas los momentos de nuestra vida, ni a todos los querermos por igual. Cada uno de ellos hace su aparición de acuerdo a las circunstancias y el contexto que podamos vivir, y en base a las inquietudes comunes que con nuestro amigo o amiga podamos compartir, entre otras cosas siempre de índole personal e incluso íntima, la relación de amistad podrá alcanzar la trascendencia, perdurando por un número indefinido de años.
Por otra parte, no se puede hablar de amistad sin que por necesidad se hable también de confianza. A una persona a la que no podamos confiarle algunos de nuestros sentimientos más íntimos como nuestras alegrías y temores sabiendo que no podrá guardar celosamente cuanto le podamos decir no se le puede denominar amigo, amiga. Asimismo, amistad también implica hablar de reciprocidad, y creo yo que ése sea el punto cardinal del poema leído al inicio de este post.
Si un día te dan ganas de llorar... es un clamor lanzado a los vientos invocando la reciprocidad imperecedera que debe haber en una relación de amigos. Una de las parte (la que recita) da claras muestras, en todo momento, de ser un espíritu presto al sacrificio y la entrega sana de sí que se puede hacer en nombre de la amistad.
A lo largo de esta pequeña poesía se describe a la amistad como:
- Disponibilidad: Si un día te dan ganas de llorar llámame...
- Compañía y solidaridad: ... puedo llorar contigo.
- Complicidad: ... puedo huir contigo.
- Escucha y comprensión: Prometo quedarme junto a ti en silencio.
Sin embargo, así como se da, se espera recibir, y nuestra contraparte amiga no debería esperar jamás, luego de haber recibido tanto de nosotros, que tengamos que decírselo, aunque dependiendo de la situación, quizá ello puediera hacerse imperioso:
... si un día me llamas y no respondo
ven corriendo a mi encuentro...
Tal vez yo necesite de ti...
ven corriendo a mi encuentro...
Tal vez yo necesite de ti...
Que sirva este poema para repasar el valor de la amistad, y para que no tengamos que vernos en la triste situación de caer en la cuenta que, al contar con los dedos de la mano los amigos que tenemos, estos no sobren y amigos nos falten...
1 comentario:
que bien acordarse de Vicente Aleixandre aunque yo de esa generación prefiero a Cernuda, que vivió exiliado muchos años. Lo descubrí por vias inversas a la lógica: es mi época de estudiante, debido sobretodo a la pesadez del profesor de literatura española, no sentí el estímulo de acercarme a su lectura. Fue gracias a Gil de Biedma y su adoración por Cernuda que "La realidad y el deseo" se conviertió durante bastante tiempo en libro de referencia. un abrazo
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