La donna è mobile es una de las arias italianas más famosas de todos los tiempos, y con la cual Verdi alcanzó la inmortalidad más contundente, equiparándose con ella a otro grande de la ópera italiana como Gioacchino Rossini(1792-1868) con su igualmente imperecedero Largo al factotum de Il barbiere di Siviglia (1816).
La donna è mobile es la prueba final que Gilda necesita para comprobar que todo lo que se decía del duque de Mantua era cierto: hombre libertino que no se compromete con nadie. Solamente se dedica a tomar la doncellez de las mujeres que conquista, para luego abandonarlas, descartarlas. Con el canto de esta aria el duque deja claro que poco le importan los sentimientos de la mujer, y que para justificar su conducta hacia ellas, prefiere vivir con una imagen falsa de las mismas:
La donna é mobile
Qual piuma al vento
Muta d’accento
E di pensiero.
Sempre un amabile,
Leggiadro viso,
In pianto, in riso,
É menzognero.
Qual piuma al vento
Muta d’accento
E di pensiero.
Sempre un amabile,
Leggiadro viso,
In pianto, in riso,
É menzognero.
É sempre misero
Chi a lei s’affida,
Chi le confida
Mal cauto il core.
Pur mai non sentesi
Felice a pieno
Chi su quel seno
Non liba amore.
El duque es perfectamente machista. Tiene grabada en la mente la imagen de que la mujer sólo es un instrumento para procura del placer propio. No se detiene a pensar en cuánto podría afectarle a la misma la decepción de sentirse utilizada únicamente para satisfacer los instintos del bajo vientre. La cobardía preclara del duque se evidencia, pues, en esa errada justificación que esgrime al tildar a la mujer de volátil y así no reconocer la humanidad de aquélla.
Lo dice el duque puntualmente es: La mujer es voluble como una pluma que se desliza por los aires, callando sus pensamientos. Su rostro, aunque se presente gozoso o doloroso, siempre es mentiroso, sumamente engañoso. Ay de aquel que se fíe de una mujer, que incauto le entregue el corazón. Ella jamás estará contenta. Así libes el amor de su pecho, siempre querrá más.
Esta actitud, que con esta aria del tercer acto queda afirmada, tiene desde el comienzo mismo de la puesta en escena su cuandos primeros anticipos cuando el duque canta el aria Questa o quella:
Questa o quella
Per me pari sono.
A quant’altre d’intorno mi vedo.
Del mio core l’impero non cedo
Meglio ad una che ad altra beltà.
La costoro avvenenza è qual dono
Di che il fato ne infiora la vita.
S’oggi questa mi torna gradita
Forse un’altra doman lo sarà.
Per me pari sono.
A quant’altre d’intorno mi vedo.
Del mio core l’impero non cedo
Meglio ad una che ad altra beltà.
La costoro avvenenza è qual dono
Di che il fato ne infiora la vita.
S’oggi questa mi torna gradita
Forse un’altra doman lo sarà.
La costanza, tiranna del core
Destiamo qual morbo crudele.
Sol chi vuole si serbi fedele:
Non v’è amor se non v’è libertà.
De’ mariti il geloso furore
E degli amanti le smanie derido.
Anco d’Argo i cent’occhi disfido
Se mi punge una qualche beltà.
El duque deja clara su posición desde el primer momento que aparece en escena: Ésta o aquélla, para mí son iguales. Cuántas otras más tengo a mi alrededor. No cedo el dominio de mi corazón ni a una ni a otra. Su belleza es el don que alegra la vida. Si hoy una de ellas me parece agradable, quizá mañana otra lo será. Ser constante en el amor es un fiero tormento. Tonto el que se entrega cual siervo al amor, no verá más la libertad. Yo desafío cuanto amante se me presente, incluso a Argos, el gigante, con tal de acercarme a aquella por la que mi ser se estremece.
El duque no hace distingos entre las mujeres; todas son iguales para él. Así, se entiende que hacia el final de la ópera se interese por Maddalena, siendo ésta última de condición moral diametralmente opuesta a Gilda y a su castidad irrefutable. Por otra parte, es de considerar el hecho que el duque se sepa objeto de interés para las mujeres, quizá debido a su prelatura real, y por ello se guarda de que alguna quiera aprovecharse de su posición tan sólo por alcanzar la nobleza de duquesa de Mantua. Sin embargo, su mejor arma es la seducción a través del gesto gentil y la palabra coqueta pero refinada ( la belleza de la mujer, don supremo de la vida) del cual el hombre se puede aprovechar. Rehuye al compromiso serio, al que repudia como terrible enfermedad. Es tonto el que se enamora; sólo siervo ruin se torna. El duque no reprime sus emociones, y si se interesa por alguna mujer es capaz de pasar sobre quien sea con tal de satisfacerse.
De esto mismo dan testimonio sus primeras palabras de seducción hacia gilda, las que ella interpreta como un sincero canto al amor verdadero, bueno y bello que un hombre puede probar por una mujer:
Èl sol dell'anima,
la vita è amore,
sua voce è palpito del nostro core.
E fama e gloria, potenza e trono
terrene, fragili, cose qui sono.
Una pur avvene sola, divina,
è amor che agli angeli più ne avvicina.
Ah, dunque andiamoci donna celeste
d'invidia agli uomini sarò per te.
Como se ve, el duque es depositario de un tipo de belleza especial, digámoslo así: la belleza del mal. No siente lo que canta a Gilda cuando se refiere al amor: Es el sol del alma, la vida es amor, su voz es latido en nuestros corazones, tanto que la fama, la gloria, el poder y el reino a su lado se ven como cosas frágiles y mundanas. Solamente hay una tan divina, el amor, que a los ángeles y al cielo nos acercan. Vayamos al encuentro del amor, amada divina, y por ti, hazme ser la envidia de los hombres.
Los mismos recursos que emplea con Gilda demuestran su terrible eficacia cuando seduce a Maddalena, y le canta:
Bella figlia dell'amore
schiavo son de vezzi tuoi
con un detto sol tu puoi
le mie pene consolar.
Vieni e senti del mio core
il frequente palpitar
La traducción a esta participación del duque en el famoso cuarteto del 3ª acto antes ya referido dice: Bella hija del amor, soy esclavo de tus gestos, una palabra tuya basta para aliviar mi corazón. Ven y siente cómo late mi corazón por ti.
No sólo Rigoletto es el único en manejarse con un doble discurso, con una doble moral. También el duque lo hace. Solamente Gilda es firme en sus convicciones, y sin embargo se la percibe como débil, cuando estos otros dos personajes (Rigoletto y el duque) bien podrían ser los hombres más inseguros que transitan por la ópera. No pueden ser ellos mismos, tienen que producir una presentación de sus personas en la vida cotidiana que proteja sus fibras y emociones más escondidas, que de una u otra manera les dota de vulnerabilidad, mala manera de comprender lo que es en verdad la sensibilidad.
Y es que de eso trata esta ópera: de la manifestación y exposición de emociones y sentimientos sumamente intensos dentro de los cuales cabe resaltar, por la universalidad de su concepción, al amor, al que sí sería justo definir como una ligera pluma al viento, que siempre está cambiando, tanto de acento como de movimiento.
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