viernes, 24 de julio de 2009

Por un país que vale un Perú...




No obstante la pregunta pueda sorprender por su aparente ingenuidad, de todas maneras la hago: ¿qué sentido tiene rendir homenaje a la patria, celebrar, festejar un año más de su independencia?

Detrás de esta pregunta se esconden demasiadas cosas, la mayoría de ellas teñidas de los colores y los matices del sentido común que podrían impedir en un primer momento empezar una reflexión como la que yo quiero hacer ahora y que frecuentemente las personas respondemos con frases vagas que pretenden demostrar el carácter obvio de la respuesta que se daría a la misma. Pero intentemos un poco analizar las posibles respuestas y así hacer ver el fondo más complejo que implica todo este tema.

1.- Se podría decir que “se rinde homenaje a la patria porque se ha nacido en ella”.

En efecto, se agradece al suelo patrio que nos acoge, que nos ha visto nacer, crecer y que con el tiempo nos verá morir, si es el caso. Pero esto va más allá. El concepto de identidad sale a la superficie. Sabemos bien que en el mundo hay un país al cual podemos dirigirnos y que nos puede acoger con una naturalidad mayor de aquella con la cual podría hacerlo otra nación que en un inicio no sea la nuestra. Pero con esta misma respuesta hay el riesgo de no considerar oportunamente el hecho que tantos otros, no obstante haber nacido en un país específico, han sido acogidos por otro y con el paso del tiempo han desarrollado este concepto de identidad del cual hablo arriba. Así, queda claro que la idea de identidad no necesariamente debe verse ligada con demasiada fuerza al hecho de haber nacido en un lugar específico sino que la misma se desarrolla de acuerdo a las experiencias de vida del individuo y al proceso de asimilación que hace de las costumbres y tradiciones del país que lo acoge y cómo, a medida que esto procede, consigue insertarse bien en su sociedad y participar del conjunto de disposiciones de la interacción social que la distinguen.

2.- Se podría decir que “se rinde homenaje a la patria porque los demás lo hacen”.

Interesante! Cierto, en este caso lo que evidenciamos es que procedemos con cierto automatismo, un automatismo que no es del todo malo porque, por ejemplo no nos obliga nuevamente a pensar en las posibilidades de acción que como respuesta a un acto o hecho determinado deberíamos dar, sino que teniendo ya una opción concreta por efectuar ésta se pone en práctica y basta: una respuesta específica a un evento específico. Pero en el caso de decir que se rinde homenaje a la patria porque los demás lo hacen, esto que explico arriba, no alcanza el mismo éxito. ¿Por qué?

Porque se deja de lado la idea bien pensada de la cohesión social, que entre otras cosas, implica el reconocernos en los otros que nos circundan y con los cuales participamos en el bagaje cultural de una nación, de un pueblo, de una sociedad, de un país. Asumir esto por descontado roza el riesgo de perder la unidad de un pueblo por el simple hecho que se hace algo porque los demás lo hacen y se sigue así hasta cuando los intereses individuales se desencuentran y aparecen las divisiones entre las personas, y esto como consecuencia de una unión falsa entre los ciudadanos.

No se trata simplemente de celebrar y llevar la escarapela con los colores patrios. Es pensarnos bien como una comunidad imaginada, como lo decía Benedict Anderson en el libro titulado con este nombre, Comunidad imaginada, y ejercitar las capacidades sociales y culturales que a ese punto nos asisten.

3.- Se podría decir que “se rinde homenaje a la patria porque es un deber como ciudadano”.

Pregunta muy ligada a la primera que aquí se hace, tiene un concepto escondido que es también interesante de tratar.

Las cosas que alcanzan éxito son las que se hacen con pleno esfuerzo y que luego nos dan unos resultados y unas ganacias a favor del propio peculio. En este caso particular no hablamos de un esfuerzo por sentirnos nacionales porque la palabra en sí implica un lado no tan positivo como el que se necesitaría para crear identidad. Hablamos de conciencia, una conciencia bien ejercitada que nos permite hacer algo, puntualmente rendir homenaje a la patria en su día, pero porque somos nosotros los que sabemos bien que lo hacemos porque tenemos plena convicción que hacerlo nos hace sentir más completos, más íntegros; una convicción si se quiere superior, más noble y que al mismo tiempo da una ganancia cultural con la cual nos presentamos delante de otros ciudadanos del mundo.

La idea es clara: pertenecemos a un punto específico de la tierra, algún país del orbe mundo nos reclama como sus hijos. No somos simplemente unos nómades que han recalado en un sitio cualquiera y que allí han pasado los días con simpleza. No. Tenemos una patria cuya bandera podemos flamear con orgullo pese a sus problemas. ¿Acaso el insigne historiador peruano Jorge Basadre no hablaba del Perú como problema y posibilidad? El Perú como posibilidad de generar identidad y de complementar al individuo concediéndole una creencia que aterriza en un punto geográfico determinado dotado de simbología propia a este respecto (bandera, escudo, himno).

La paternidad que nos ofrece la patria no es del todo desdeñable, según mi parecer: ¿quién en su sano juicio rechazaría el apellido que un padre y una madre amorosos le pueden y quieren dar a un hijo, por más defectos que los mismos tengan, siempre que el amor que dicen prodigarle al mismo sea medianamente expreso y palpable?

Finalmente, el homenaje a la patria no se puede hacer solamente como un deber. Es necesario legitimar el acto, el rito en sí y estar convencidos que lo hacemos porque por sí es bueno. Es decir, no esperar que se nos llame a hacerlo sino ser nosotros quienes lo busquemos porque nos hace felices, porque tenemos tanto que agradecer a una tierra que en medio de sus problemas aún nos dice como una madre: ven, te puedo acoger… ¿Y quién va a negar que nuestro Perú siempre ha sabido acoger a propios y extraños? La hospitalidad de su gente siempre se ha dejado sentir, ello no es una revelación.

Este artículo no quiere velar su clara intención de querer generar solidaridad con la patria. Si no se respeta la casa que nos acoge, es probable que con mayor facilidad se pueda irrespetar a sus integrantes.

2 comentarios:

Rossonero dijo...

Oportuno tu artículo Rolando. Creo que para empezar a respetar esta casa que nos acoge tenemos los ciudadanos peruanos la obligación en empezar a desentrañar el verdadero significado de los elementos que rodean el significado de PERÚ.
¿Sabemos acaso los peruanos cuál es el origen del nombre Perú?, ¿Conocemos el verdadero significado de los símbolos patrios?
Preguntas elementales como estas no han merecido por nuestra parte la mayor atención. A lo sumo seguimos con las mentirosas informaciones brindadas en el colegio.
Quiero proponer en este caso -para dar respuesta a la primera pregunta- el extraordinario ensayo de Raúl Porras Barrenechea titulado "El nombre del Perú".
En dicho ensayo Porras recoge cómo el nombre del Perú es explicado, argumentado, justificado, ineventado por los diferentes cronistas de la etapa de la conquieta así como por los propios conquistadores. Se escuchan historias y relatos de todo tipo. Desde las más alucinantes hasta las más deleznables.
Lo cierto es que una de las conclusiones a las que llega Porras es que "El nombre del Perú no significa ni río, ni valle, ni orón y troje y mucho menos es derivación de Ophir. No es palabra quechua ni caribe, sino indohispana o mestiza. No tiene explicación en lengua castellana, ni tampoco en la antillana, ni en la lengua general de los Incas, como lo atestiguan Garcilaso...
Y, aunque no tenga traducción en los vocabularios de las lenguas indígenas ni en los léxicos españoles, tiene el más rico contenido histórico y espiritual. Es anuncio de leyenda y de riqueza, es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura, y, geográficamente, significa tierras que demoran al sur. Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral". Fin de cita.
Esta cita aunque larga, permite entender el significado del nombre Perú. Importancia mayor por su significado que por su significante que hacen del Perú un "nombre con vocación imperial".

Rossonero dijo...

Oportuno tu artículo Rolando. Creo que para empezar a respetar esta casa que nos acoge tenemos los ciudadanos peruanos la obligación en empezar a desentrañar el verdadero significado de los elementos que rodean el significado de PERÚ.
¿Sabemos acaso los peruanos cuál es el origen del nombre Perú?, ¿Conocemos el verdadero significado de los símbolos patrios?
Preguntas elementales como estas no han merecido por nuestra parte la mayor atención. A lo sumo seguimos con las mentirosas informaciones brindadas en el colegio.
Quiero proponer en este caso -para dar respuesta a la primera pregunta- el extraordinario ensayo de Raúl Porras Barrenechea titulado "El nombre del Perú".
En dicho ensayo Porras recoge cómo el nombre del Perú es explicado, argumentado, justificado, ineventado por los diferentes cronistas de la etapa de la conquieta así como por los propios conquistadores. Se escuchan historias y relatos de todo tipo. Desde las más alucinantes hasta las más deleznables.
Lo cierto es que una de las conclusiones a las que llega Porras es que "El nombre del Perú no significa ni río, ni valle, ni orón y troje y mucho menos es derivación de Ophir. No es palabra quechua ni caribe, sino indohispana o mestiza. No tiene explicación en lengua castellana, ni tampoco en la antillana, ni en la lengua general de los Incas, como lo atestiguan Garcilaso...
Y, aunque no tenga traducción en los vocabularios de las lenguas indígenas ni en los léxicos españoles, tiene el más rico contenido histórico y espiritual. Es anuncio de leyenda y de riqueza, es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura, y, geográficamente, significa tierras que demoran al sur. Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral". Fin de cita.
Esta cita aunque larga, permite entender el significado del nombre Perú. Importancia mayor por su significado que por su significante que hacen del Perú un "nombre con vocación imperial".