sábado, 2 de mayo de 2009

Actualidad de la responsabilidad social


¿Cuánto sabemos los peruanos de a pie sobre responsabilidad social?

¿Ponemos en práctica la misma siendo medianamente conscientes de lo que significa?

¿Y si ahora pidiera que alguien me dijera qué es la responsabilidad social podría esperar que mi pregunta fuera satisfecha aun en tan sólo una mínima medida?

Pues quizá no. El común denominador de las personas no sabe qué es la responsabilidad social ni cómo ni dónde ni cuándo desplegarla, ponerla en práctica. Y es que la responsabilidad social va más allá de cuidarse de que nuestros seres queridos tengan lo que deben de tener y no les falte lo necesario para desarrollarse y vivir felices. La responsabilidad social, hoy por hoy, demanda superar nuestras lecturas limitadas respecto del ser humano y su entorno y de remarcar (si no devolverle) la noción de agente de cambio permanente y de reconfigurador de su medio en tanto actor social activo, dinámico y con carga motivacional-actitudinal de específica intensionalidad de la que evidentemente no se haya exento.

La responsabilidad social es uno de los más desesperados invitatorios que se le hace al hombre para tomar conciencia de un mundo que día a día deja de ser aquel Edén que relata el Génesis para convertirse en un averno artificial en el cada vez se hace más difícil encontrar espacios verdes de liberación del alma y propicios para la reflexión elevada por la contemplación devota de un entorno que alguna vez inspiró a poetas como Fray Luis de León a cantar la beldad de un escenario natural en el que se puede encontrar la paz.

Sin embargo, en la actualidad, el hombre, en ese afán suicida que le caracteriza, poco a poco se quita dichos espacios, quizá con la preclara intensión de solamente conseguir concentrar su atención en su determinadas dinámicas sociales de la producción de bienes y servicios altamente rentables que puedan garantizar años y años de sosiego económico a sus venideras generaciones. Pero claro, tales venideras generaciones quizá lleguen a pagar por un vaso de agua y lo beban contemplando las bocas sedientas de miles que no tendrán cómo saciar la propia sed muy problablemente por seguir ganando un dólar diario en tanto que un trabajador medio en Europa ahora gana quince euros por hora. ¡Impresionante!

Pues sí, la responsabilidad social comiencia por preguntarse, por ejemplo qué goza uno que otro no goza, que no conoce y que jamás llegará a conocer. Y sobre todo, empezar a elucubrar porqué no goza x cosas, no las conoce y jámás las llegará a conocer. En tal sentido, este invitatorio es por extensión una oportunidad de tomar conciencia de qué sociedad es la que vivo, o también, qué sociedad es la mía que vive de nosotros y de otros y que construye su estado de bienestar en base a las carencias de aquellos sin voz y sin empoderamiento como para clamar por sus derechos, aunque también no sea para nadie una novedad que, gracias a diversos movimientos sociales que vienen gestándose desde el siglo pasado y cuyo mensaje ha conseguido difusión sorprendente gracias a la globalización, han efectivamente podido despertar la conciencia de la que hablaba arriba, la misma que en palabras de Inmanuel Kant, siempre es conciencia de algo y no un simple estado del alma o del intelecto que permanece estática en el hombre. Es entender la conciencia como correlato de un fenómeno y punto de partida para la investigación ético-filosófica.

Entonces, para que haya responsabilidad social debe tenerse como requisito previo a la conciencia, de la que se puede estar seguro de poseer en tanto nos reporte sensaciones e imágenes de algo o de alguien. sin sensaciones e imágenes de algo o de alguien no existe la más mínima idea de que una determinado estado de las cosas pueda estar acaeciendo, y más aún, si no me predispongo a asumirlas con una mínima sensibilidad (claro, ésta tambiém se puede trabajar en el proceso mismo de la toma del conocer -postura gnoseo/epistemológica- para obtener conocimiento) entonces no me van a poder "doler" como le dolía a Vallejo la vida del hombre y sus desventuras existenciales.

La gran tarea de empezar a cambiar el mundo o de salvarlo de una inminente devstación pasa por hacer. Un hacer que no es necesario que comprometa a todos los seres humanos que pueblan el planeta pero que sí debe pensarse como si fuera a beneficiar a todos estos. Nuevamente aquí la ética kantiana que estriba en la reproducción de las actividades humanas y la representación ideal de ellas en la posición (y beneficio) de las otras personas. Es decir, actuar en nuestra vida cotidiana bajo las pautas de específicas ideas directrices que se emplean pensando que las mismas pudieran convertirse en normas universales y que puedan generar el mayor bien posible al mayor número de personas.

El proyecto de cambiar el mundo empieza por uno mismo, luego en casa y después en el centro de estudios o de trabajo para luego difundirse en el íntegro restante de la sociedad, y todo ello con pequeñas pero contundentes acciones como autodisciplimaniento y cabal respeto de los demás en el marco de una preocupación constante pero no obsesiva por devolver a la sociedad, a la naturaleza, al mundo y a la vida cuanto hayan podido investir en nuestra formación y bienestar, sabiendo a la vez que mayor será nuestra retribución en favor de los mismos en tanto mayor bienestar poseamos. ¿Acaso no nos dice eso la interpretación de unos de los más célebres pasajes de la Biblia, puntualmente el referido a la Parábola de los talentos: al que más se le dio más se le pedirá?

Bueno, pues, empecemos por asimilar estas palabras henchidas de sabiduría y de espíritu de responsabilidad social de imperecedera vigencia.

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