domingo, 11 de marzo de 2012

Tan mortal como un beso



- Questo è il bacio di Tosca!
(¡Éste es el beso de Tosca!)

Es ésta la frase que exclama la cantante Floria Tosca en el preciso momento que apuñala al baron Scarpia y le da muerte. Scarpia, enajenado seductor, no contaba con que Tosca le hubiese respondido de esta manera. Es más, no contaba con que Tosca hubiese podido ofrecerle otra respuesta que no sea el acceder a su perverso deseo de poseerla y sólo con ello dejar de perseguir a su amado Mario Cavaradossi. Giacomo Puccini (1858-1924) retrata así, en una de sus más universales óperas, Tosca (1900) a una mujer que opta por ponerle fin a una situación injusta y que le impide ser feliz, aunque para ello tenga que mancharse las manos de sangre.

Se nos ha enseñado que la mujer es delicada, frágil si se le compara con el hombre (porque no olvidemos que aún vivimos en una sociedad donde el hombre es la medida de todo, tal como se le conoce y de acuerdo a como lo dicta lo ortodoxia heteronormativa). Se nos ha dicho también que a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa, y sin embargo sabemos día a día de crímenes contra la mujer - cada uno más condenable que otro - que son resultado de una cultura misógina que encuentra definitivamente mayor arraigo en los sectores sociales que menor acceso tienen a oportunidades de instrucción y de goce de lo que solemos llamar Cultura. Pero lo que no se nos ha dicho, lo que el discurso machista y conservador siempre ha callado y tratado de silenciar en sus enseñanzas torcidas y retrógradas, ésas que hemos consumido desde la más tierna infancia, es que ante el abuso del hombre la mujer puede responder y, según las circunstancias y el grado de hostigamiento o humillación en que se encuentre, puede incluso llegar a matar, como la piadosa Floria Tosca de Puccini.

Mujeres asesinas (2008) es una teleserie mexicana producida por el director Pedro Torres de Mediamates en sociedad con Televisa. Es adaptación de la serie de televisión argentina del mismo nombre que, a su vez, se basó en la trilogía de libros homónimos de la escritora Marisa Grinstein. Mujeres asesinas le da la debida centralidad a la capacidad ejecutora de las mujeres para acabar con aquello que las oprime y les resta vitalidad. Para ello las mujeres de estas historias recurren al crimen, al asesinato más decidido como acabado. Aunque por momentos pueda parecer que de forma velada se hace apología de todas ellas, pese a ser asesinas, yo en mi particular opinión pienso que si alguna apología existe va dirigida precisamente a resaltar lo que menciono líneas arriba: la capacidad ejecutora de las mujeres. Cuando menos se espera ellas responden ya sea que estén llevadas por un deseo de cobrar justicia con sus propias manos como que simplemente estén actuando por maldad o perversión, o hasta por locura.

A lo largo de sus tres temporadas nos adentramos en los mundos de mujeres muy diferentes entre sí que finalmente encuentran algo en común: ser asesinas. Haber escogido acabar con una vida orilladas por diversos motivos. No justificándose con nada el hecho de tomar la justicia por la propia mano encontramos que las acciones de todas y cada una de ellas aperturan una interpelación frontal hacia el hombre y la sociedad a replantear la respuesta que puede dar la mujer contra el absolutismo infundado de un sistema conservador que todavía encuentra en el hombre, "macho", abusivo y proveedor, a su más preclaro e infeliz representante.

Así pasa con los casos de Jessica, tóxica, maltratada por un marido abusivo, Patricia, vengadora, harta de la prepotencia de su padre desquiciado, Emilia, cocinera, oprimida por un chantajista ruin, Emma, costurera, decepcionada de un marido al que sirve en la enfermedad, Soledad, cautiva, humillada y violada por el hombre del que se enamoró, María, pescadera, impedida de trabajar por el bienestar de su hija discapacitada, Carmen, honrada, herida en su dignidad de persona o Irma, de los peces, que encuentra mil obstáculos de crecer en lo personal y profesional por parte de su esposo.

Asimismo, otras mujeres protagonistas de estas historias, son totalmente dignas del más expreso repudio, porque sin ningún tipo de pena o remordimiento dan muerte empujadas por los celos o la ambición más repulsiva, o incluso por la más exacerbada insanía que simplemente las lleva a ser declaradas inimputables. Así, están los casos de Sonia, desalmada, que hiere a su esposo en la amante dilecta, Margarita, ponzoñosa, ruin e imperturbable ante la vida que quita, Sandra, trepadora, asquerosamente ambiciosa, Ana, corrosiva, turbada por su orgullo, Rosa, heredera, colérica por la herencia perdida o Tita Garza, estafadora, deseosa de asegurar a toda costa su buena situación económica. Aquellas otras mujeres que afectadas por la pérdida de la razón se han vuelto inolvidables para mí son: Martha, asfixiante, que me recuerda a la universal Medea, Clara, fantasiosa, imposiblemente en disputa con una inexistente Beatriz y María, fanática, sumergida en los laberintos de la religión.

Todas en definitiva son historias impactantes, pero solamente una consiguió conmoverme lo suficiente, como es el caso de Ofelia, enamorada, protagonizada por la actriz mexicana Nuria Bages (1955). Ofelia vive una vida feliz con su esposo, una vida de respeto y dedicación por el otro que fundan un matrimonio envidiable para cualquiera. Un día él es diagnosticado de cáncer al pulmón y comienza un calvario personal que poco a poco lo va degradando. Aún en capacidad para darse cuenta de las cosas le pide a Ofelia que le impida perder la dignidad llegado el momento en que la enfermedad termine de dar su caso por perdido y consumado. Frente a la hora decisiva en la que su esposo está a punto de ser irreconocible, devorado por el cáncer, Ofelia le inyecta una sobredosis de morfina que acaba con su vida. Éste es el único episodio donde a la asesina se le pide y autoriza a serlo de parte de su propia "víctima".

Recomiendo ver Mujeres asesinas por distintas razones: porque muchas de ellas son bellas pero no por eso buenas, otras son nobles aunque oprimidas y deseosas de un futuro mejor, y otras más son perversas y malas, en el sentido esencialista de la palabra. Incomparables entre sí, como ya lo dije, todas tienen en común el hecho de ver apagarse una vida en sus manos y entonces volverse el testimonio viviente del poder de realización de la mujer que, como bien puede ofrecer una caricia de amor también puede dar un beso filudo y mortal, como el que le da Floria Tosca al infame barón Scarpia. Con ello ya no le da margen ninguno de pensar que está ante alguien frágil o al que se puede doblegar fácilmente. La misma Floria Tosca se encarga de presentarle a la mujer que es, ante la que siempre estuvo y a la que nunca pudo ver, cegado por su prejuicio y enajenación.

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