lunes, 13 de febrero de 2012

¡Hola soledad!


¡Hola Soledad!
No me extraña tu presencia...
Casi siempre estás conmigo,
te saluda un viejo amigo...
Este encuentro es uno más...


Nuevamente me veo escribiendo sobre un tema que es recurrente en mi vida. Seguramente en la de otras personas también. He conocido la soledad y su contraparte, la compañía. Ambas han estado presentes en distintos momentos de mi vida y como pasajes de la misma, fundamentales para explicar mis estados de ánimo, es que las valoro.

Saludo a la soledad como aquel estadío propicio que invita a la reflexión, a pensar justamente en todo aquello que hice en compañía. Así, repaso nombres, lugares, eventos y procuro armar un cuerpo de conclusiones sobre todas aquellas cosas que debo volver a hacer y no, pero con otro toque y estilo.

Confieso que antes la soledad me provocaba angustia y tristeza. Hoy, tras haber leído y hablado tanto de este tema, de haber superado la separatidad frommiana puedo decir que la soledad es una compañera. En mi esfuerzo por ser objetivo debiera evitar calificativos tendenciosos que la identifiquen o asocien con un estado emocional opaco o asonante. Claro que tampoco vienen a la mente ideas "positivas" y decir que la soledad es policromática y melodiosa. Eso difícilmente lo podríamos creer.

Rodeado de mi soledad he aprendido a deleitarme todavía más con mi voz, a reforzar mi complicidad con mis ironías más aceradas, con mis sentencias implacables de la gente y sus actitudes y saber que nadie puede darme la contra. Entonces, después de todo estar solo posibilita el nacimiento de una dictadura personal, privada e íntima, la más férrea de todas en la que impera la propia voluntad que no encuentra réplica que la rebata.

La soledad no solamente es un periodo de reflexión sino también de preparación para enfrentar nuevas experiencias con otras personas y en otros espacios. Si no apreciamos este enfoque de la soledad nos perdemos la ocasión de hacer un necesario feedback que sume recursos y descarte situaciones confusas, poco claras y que de no ser tomadas en cuenta nos encaminarían a repetir "errores". Aquí, pues, radica parte del proceso de crecer y de madurar.

Como no siempre se está con alguien no siempre se está solo. En todo caso podemos decir que se han sobrevalorado las virtudes y defectos de la compañía y de la soledad, respectivamente. A veces puede no ser tan bueno estar con las personas (menos si no son las "indicadas") como a veces puede no ser tan malo quedarse solo y tener oportunidades como ésta para depositar en un papel tantos pensamientos que miran a la soledad procurando descubrir su deslúcido velo.

No le podremos escribir una oda a nuestra soledad, ella tan poco esplendorosa y deseada, pero sí podemos saludarla con un hola. Y en el caso de que la soledad fuese ausencia de color y de sonido entonces démonos la oportunidad de conocer qué significa no ver nada ni oír nada.


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