Según Ángel Pérez Martínez, autor del libro Deshaciendo agravios. La idea de justicia en el Quijote el Caballero de la triste figura cree en una justicia distributiva y conmutativa que pasa por dar a cada uno lo que es suyo y le conviene. En el acto de justicia (o de eventual injusticia) los protagonistas pueden ser al menos tres: el agente que realiza la acción de justicia/injusticia, el sujeto que sufre la acción justa o injusta y el observador, que bien puede ser un juez que intercede para procurar el restablecimiento del estado de equidad.
De este cuadro es, pues, Quijote una suerte de juez que sale al mundo a restaurar la misma, abandonando su postura de mero observador para, dependiendo el contexto, convertirse en realizador de la justicia allí donde la ley presenta lagunas. Sienta así jurisprudencia al estar en contacto con la vida misma y sus diversas situaciones.
Como habíamos mencionado antes, Quijote se consagró a la lectura de novelas de caballería por muchos años, y cuando se resolvió a armarse caballero e ir por el mundo los ideales que encontró en las mismas le sirven de basamento ético y teórico para actuar y conducir sus actos. Es un convencido de que aquellos ideales terminan de realizarse en el mundo ordinario, ése al que todos pertenecemos y en el que se da nuestra vida cotidiana.
De todo ello se desprende el proyecto de una vida virtuosa orientada por el cumplimiento de la justicia. Es siempre una vida personal inspirada en la necesidad de la colectividad. El hombre con formación moral discierne sobre lo que debe y tiene que hacer y juzga cuáles han de ser sus acciones más correctas, las mismas que indefectiblemente tienen que ser consonantes con la verdad y el bien.
Ahora, para hacer un buen ejercicio de la justicia es menester tener capacidad de raciocinio, tener lucidez. Y como es menester tenerla lo es también no perder de vista la discreción y la prudencia. La suma de todas ellas fijan el perfil del hombre sabio, y pensemos por ejemplo en el rey Salomón de la Biblia que encarna de manera casi acabada tales valores. Lamentablemente Quijote no llega a ser el sabio que se esperaría: sus fantasías desbordadas que "retocan" la realidad le pre-disponen otra manera de intervenir en ella y consecuentemente alteran su interactuar con los demás.
Pero la locura del Quijote no es gratuita. A través de la misma Cervantes busca exponer una lectura del incumplimiento de ciertos parámetros éticos de su tiempo y presentar una mirada de los hechos que supere a los mismos. Cervantes a través de la locura del Quijote plantea una serie de injusticias consuetudinarias y que son asistidas por el hidalgo manchego a fin de resolverlas. Nuevamente el aspecto rico de la trama es su forma poco ortodoxa de darles solución, y es que está viendo las cosas, digámoslo así, desde otra óptica. He allí el detalle.
Con el Quijote se denuncia el incumplimiento de ciertos convencionalismos de una época así como los vacíos de los mismos que en excepcionales ocasiones le impiden a la persona abocarse a la ley y a las costumbres de su tiempo. Ante tales vacíos el Quijote es jurisperito.
Quijote tiene una lectura de la realidad y de sus sucesos que se halla limpia de prejuicios; las situaciones que contempla con sus ojos son iluminadoras. Un ejemplo de ello es el pasaje de la novela en que el labriego Juan Haldudo azota al joven infante Andrés por haber perdido sus ovejas. Aquí interviene el hidalgo manchego abogando por el joven infante, más que nada por no considerar justo que se le haga pagar su falta con semejante castigo físico, muy aparte de que el labriego quiera defender la pertinencia de los maltratos propinados contra su subordinado.
Quijote en primera instancia exhorta a Haldudo a liberar a Andrés, luego le reta a un enfrentamiento, pero Haldudo se niega y ofrece su "palabra" de liberarlo inmediatamente a fin de evitar mayores problemas. Quijote se fía de su palabra y se marcha satisfecho de haber resuelto tal situación. Sin embargo, momentos después de su partida, Haldudo vuelve a escarnecer al infante por el motivo expuesto al inicio de este párrafo.
Como se ve, a Quijote solamente le bastó su palabra para dar por concluído el episodio. No pide las garantías del caso ni busca asegurarse de que Haldudo cumpla con lo que dice. En nuestros días sería imposible pensar en un sistema de justicia al que solamente le valga la palabra de las personas para dar por terminada su intervención y retirarse, confiada en que la buena sensatez de éstas habrá de restablecer el orden primero de las cosas. Nadie toma por verdadera ni valida la primera palabra de otro sin antes pre-juzgar o pre-teorizar sobre la naturaleza de su actuación o discurso. Dejar de hacerlo sí es una locura.
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