Mario Vargas Llosa: premio Nóbel de Literatura 2010...
Bueno, ya había tardado mucho el jurado de la Real Academia de Suecia en conceder este prestigioso galardón a nuestro escritor peruano. Debo confesar que alguna vez pensé que Vargas Llosa se moriría sin recibir el Nóbel, pero para mi satisfacción personal esto no ha llegado a pasar. No se le ha mezquinado a un novelista del talento de Vargas Llosa un premio que a mi modesto parecer se merecía desde hace muchos años. Sin embargo, el hecho que lo reciba a sus 74 años le llena aún más de gloria. El veterano escritor recibirá este magnífico premio el próximo 10 de diciembre en la sede de la Real Academia de Suecia de manos del rey de este país, y que está dotado de alrededor de 1 millón de euros.
El Nóbel para Vargas Llosa no es solamente un orgullo para el Perú sino para toda Latinoamérica. Vargas Llosa, como miembro ilustre del famoso Boom de la Literatura Latinoamericana de los años 60, de la mano de otros insignes novelistas como García Márquez, Cortázar o Fuentes, ha terminado de consagrarse como uno de los más grandes escritores y novelistas del siglo XX y de lo que va del presente siglo XXI. En lo que respecta estrictamente a la literatura peruana, una vez más se confirma aquella lectura crítica de que la misma podría ser estudiada en dos etapas bien definidas: la literatura peruana antes de Vargas Llosa y después de Vargas Llosa.
Y es que es así: nunca antes hubo un novelista con tanta riqueza temática como él, que a la vez que abordaba diversos aspectos de la vida del individuo, de gentes de por aquí y por allá, consiguiera desarrollar tanto el carácter político y social de una literatura de calidad -que sin renunciar a su fin primero de permitirle al lector expandir sus horizontes y lectura del mundo, la vida, los hombres y uno mismo- pudiera configurar este arte como uno de los más preclaros bastiones de lucha por las libertades individuales de las personas, y por el auténtico e inalienable derecho de éstas a vivir sus vidas y ser dueños de sus destinos.
Recuerdo mis primeras lecturas de adolescente, cuando con fruición devoraba libros de libros y cada término de lectura de los mismos era experimentar un placer inigualable al haber podido penetrar -a través del recorrido de pasajes de líneas escritas de manera fija y espléndida- en el imaginario de diversos poetas, novelistas y ensayistas que deleitaron aquellos años de mi vida. Y Vargas Llosa estuvo ahí para presentarme ese alambicado mundo de las relaciones de poder que se traslada a la vida cotidiana y que estructura el modo de pensar y de actuar de los individuos de a pie. Su brillante forma de trazar los bifurcados senderos de las relaciones de dominación y subordinación que se experimentan día a día en los más diversos y disímiles contextos del desarrollo de nuestras vidas me dejaba fascinado. Lo ejemplifican de manera única novelas como Conversación en La Catedral, o La fiesta del chivo, que dan como un martillo en las conciencias de todo aquel que se sabe presa de una alambicada red de poder de la que no se puede liberar.
Además, su renovación de la forma misma de hacer novela y de escribir, con técnicas que terminó de pulir tras un trabajo ascético y disciplinado de más de 50 años, así como su constante trabajo de documentación le valen hoy este galardón, y uno no puede ya hacer más que ponerse de pie y aplaudir a Vargas Llosa. Esto se comprende cuando uno lee Pantaleón y las visitadoras, o La tía Julia y el escribidor, y encuentra un fabuloso divertimento gracias a la literatura y al genio de quien puede escribirla. ¿Y el hedonismo, dónde queda? Vargas Llosa también se dio tiempo para ello y escribió Elogio de la madrastra, una lectura que simplemente hechiza y que afecta las susceptibilidades de muchos pacatos.
Sin querer queriendo, los ojos del mundo vuelven a concentrarse en nuestro país, que ya puede ostentarle a naciones como Colombia o Chile el tener un hijo suyo con un Nóbel en las manos. Luego de celebrar este acontecimiento nos queda desear que vengan muchos premios Nóbel más a nuestro país. Vargas Llosa ha ganado un premio Nóbel, y los premios Nóbel han ganado la ocasión de contar entre los suyos a un pensador de la talla de este peruano que solamente hizo lo único que siempre quiso hacer en esta vida: escribir.
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