No es exagerada la propuesta de situar a César Vallejo como uno de los más altos exponentes de la poética peruana en lo que va de nuestra historia. Su obra tiene tal vigencia, que despierta, como lo hizo en su tiempo, el asombro de propios y extraños respecto de una producción de no sólo dice mucho de la forma a la que recurre para expresarse, sino que el contenido que alberga es marcadamente comunicativo, expresivo, el cual se despliega en base al continuo proceso de comunicación que se establece, y que indefectiblemente se consigue a través de la lengua, la que propicia el contacto entre los individuos.
Dicha carga expresiva consigue posibilitarse mediante el signo lingüístico y su relación con el lector, al darle a saber las cosas que tiene el autor para comunicar, para dar a conocer esas interioridades que a Vallejo lo asaltan, y que son propias de la condición humana. Y todo ello mediante el signo lingüístico, que logra contacto con la individualidad y a su vez con la colectividad humana, de la que el poeta busca ser insigne portavoz. Se entabla así un contacto comunicativo con fuerte relación intersubjetiva, donde las situaciones presentadas por Vallejo tiene un gran sentido social, que se ve precisado en la natura especial de la significación. Aquí se descubre que aquélla es una poética definitivamente realizativa, con actos lingüísticos que constantemnte dicen y hacen algo, y que no por esto pueden ser calificados de verdaderos o falsos. En este proyecto de poesía realizativa se recurre a un tiempo específico (en el caso de Vallejo juegan un rol importante los tiempos indicativo y presente así como los adverbios), el acto verbal desliza la temporalidad, que precisa el contexto y la emisión/intensión de su autor, que no describe ni informa, únicamente dice y hace.
El resultado es la respuesta del lector y el compromiso al que desde ese entonces se ve sujeto, dándose a notar en lo que lee y cómo lo interpreta, cómo lo reconoce y luego cómo lo reproduce. De este modo, se establece una complicidad texto-interlocutor a partir de la correcta articulación del primero de ambos componentes, sin obviarse jamás el significado. Por otro lado, la producción vallejiana está dotada de un hondo humanismo, que prefigura la acción social del hombre, establece un marco comunicativo, una relación poderosamente emocional y una fuerte identificación personal que nace al sentir la angustia de Vallejo, sus anhelos y frustraciones de un mundo mejor y más propicio para todos. Todas estas características de tal humanismo son viables sí y sólo si se sostienen en la función simbólico-social de la lengua, que genera comunicación, diálogo y acuerdo.
En definitiva, la poesía de César Vallejo parte de la existencia humana y de la meditación filosófica de ésta. No es un producto abstracto ni cerebral. Es la consecuencia de un análisis comprometido con la sociedad y especialmente con quienes sufren en la opacidad de sus vidas. Definitivamente que las subjetividades fluyen cuales aguas de un río caudaloso, aunque lo subjetivo nunca llegue a chocar con lo colectivo. Por el contrario, se armoniza con el mismo y de paso se enriquece con la individualidad. Asimiso, la renovación artística, el paso de un Vallejo modernista a uno vanguardista, no va por la forma entendida como un elemento puro, sino por el contenido que pretende sensibilizar e impresionar al lector, moviéndolo a pronunciarse sobre el acontecer social y político que vive, recurriendo siempre al análisis meditativo sobre los hechos, análisis que también hace Vallejo. Y es que Vallejo tiene grandes reflexiones sobre la vida, la sociedad, la libertad, etc. que en conjunto delatan una suerte de imagen de la modernidad, donde estos tres conceptos se han visto replanteados, reconfigurados. No queda otra alternativa que el análisis de consecuencias y el planteamiento de soluciones.
El poeta verá como solución de la injusticia social al marxismo, que se volverá motor de su poesía y generará así una estética auténtica, naciendo poemas donde la imagen de una vida signada por el sufrimiento tiene una luz al final del túnel: la esperanza. De lo anteriormente dicho, se desprende que el lenguaje de Vallejo busca ser dialéctico, un lenguaje que se adapte a su visión de un mundo convulso, en movimiento, plagado de antítesis, de apariencias y contradicciones, que necesariamente tienen que resolverse, para lo cual es de vital importancia el lenguaje, que por su efecto comunicativo establece y mantiene las relaciones sociales, úniéndose esfuerzos a fin de satisfacer deseos y empeños comunes, que en palabras del crítico peruano Miguel Ángel Huamán se traduce como: lenguaje, única vía que nosotros los humanos tenemos para sobrevivir.
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